Martirio de la cultura cuscatleca y tinieblas de su resurrección
En memoria del 14 aniversario del asesinato de los esposos Francisco y Juana Manzanares
Mario Ramos, Guatemala, 04 de julio/2020
Toda muerte violenta de un ser humano indefenso es delito de lesa humanidad, que tiene agravantes y connotaciones especiales cuando se ejecuta con alguien con un rol específico; especialmente si es cultural y con personas de la tercera edad. Así sucedió en el restaurante Papalut, el 02/07/2006 en Suchitoto, El Salvador, cuando después de la presentación cultural vespertina del ensayo Literatura precolombina un códice por descifrar; en la noche del mismo día, ocurre el crimen todavía impune, contra los ancianos: Francisco Antonio Manzanares (79) y Juana Monjarás de Manzanares (77), padres de la conocida locutora insurgente Mariposa.
En los años de la guerra civil salvadoreña conocíamos a Mariposa por la escucha del colectivo radial de la insurgente radio Venceremos, como voz alternativa a la situación caótica vivida en ese entonces, y, que nos deleitaba con sus “improvisadas” jornadas culturales… Personalmente la encontré en una visita ocasional a Suchitoto, alrededor del año 2004, con unos amigos de USA. Ella, fue amable al momento de identificamos, y nos dio breves datos personales: que vivía en este sitio cultural junto a sus queridos papás, Francisco y Juana. Dijo que no había que cruzarse de brazos sino seguir en la lucha en otros frentes, sobre todo en el que a ella y a su familia siempre les había gustado: el cultural.
En este ámbito, hace unos días, añade Mariposa, “…después de los Acuerdos de Paz, fui creadora del espacio radial Huellas de la memoria, en radio Suchitlán. Junto con el poeta y escritor Mario Castrillo, el fotógrafo Teyo Orellana y Elmer Mejía, creamos el colectivo de audiovisuales llamado Expresión Cultural Colectiva -ECCO- para la realización de los documentales El Mozote en la Fila de la Muerte y Nunca Más. Ese fue un proyecto de Amnistía Internacional. Anduvimos presentando estos audiovisuales en las escuelas e institutos de Suchitoto, como en algunas universidades del país. Además, fundamos el grupo de música testimonial y épocas de oro, Vaguada.
Lo que terminó de indignar a los enemigos de la verdad y la justicia, así como a los dueños derechistas de reconocidos restaurantes Suchitotenses fue la creación del Papalut (mariposa, en náhuatl. Papalota dicen todavía algunas personas en El Salvador), porque aun en su joven existencia, el nuevo lugar les estaba botando la clientela. Llegaban delegaciones nacionales e internacionales y, al darse cuenta de que existía un restaurante de rescate de la memoria histórica cuya dueña era la guerrillera que había trabajado en radio Venceremos, de inmediato se iban para el Papalut; eso mantenía indignados al resto de dueños de restaurantes, pues la gente prefería un sitio de arte y cultura de rescate y preservación de la memoria histórica, cuya inauguración contó con la ponencia de fotografías testimoniales de denuncia, propiedad del internacionalmente conocido fotógrafo salvadoreño Iván Montecinos, que guardan la dolorosa historia de la guerra. “Te nombro algunos de los trabajos relevantes que realicé en Suchitoto, y fue una de las grandes causas por las que los sectores derechistas de aquí odiaron más a la familia Manzanares. Desde un inicio no nos veían bien por razones históricas de nuestro quehacer revolucionario”, narra Mariposa.
“A esto agrego el hecho de que mi mamá era radical, a pesar de ser ya una anciana. Fue fiel seguidora de Monseñor Romero, con quien sostuvo amistad cuando él estuvo en la Catedral de San Miguel. Mi madrecita en su tienda siempre mantenía banderas y afiches y ponía música con esperanzadores mensajes reivindicativos y denunciativos ”, finaliza su testimonio Mariposa.
En comunicaciones posteriores, confirmé con Mariposa otros datos de su largo caminar cultural. Su madre, Juanita Monjarás, como artesana del barro negro de Guatajiagua, que creció en el trabajo de la losa. Desde muy niña aprendió el oficio de hacer comales, ollas, porrones, cántaros grandes y pequeños, vasijas, sartenes, picheles y todo lo que se hace del barro, acervo propio de nuestros antepasados Lencas. Anexo a lo cultural peculiar anterior, también lo típico de las mujeres luchadoras salvadoreñas conocedoras de las plantas medicinales de tradición milenaria de nuestros ancestros, y, en la comida del maíz sabía Juana preparar, entre otros, los siguientes platillos: tortillas, pupusas, elotes asados y sancochados, atol, montucas, tamales de elote, riguas, alrededor de ocho o más platillos, y, lo mismo podríamos decir de las preparaciones del pescado, de las gallinas, etc. Toda una cultura popular de comida: unos treinta platillos y especialidades se quedan cortos, y podría haber competido con cualquiera de los mejores cocineros(as) del mundo.
Mientras que don Paco, padre de Mariposa, fue sastre y gran lector autodidacto; un hombre analítico, conocedor de la historia y decidido a que su familia debía luchar para cambiar el estado semi feudal y modernizar El Salvador y Centro América con ideas y acciones combativas pacíficas activas. La madre de don Paco, o sea la abuela de Mariposa, Francisca Benavides de Manzanares, dueña de una de las primeras panaderías en San Miguel, fue de las dirigentes combativas de la huelga de los panaderos, hace muchos años.
Por la anterior afirma Mariposa, toda la familia se involucraron de diversas formas en la oposición activa al régimen imperante, y algunos de sus hijos, ya por decisiones personales, se enlistaron también en la insurgencia, como su hermano Francisco, popularmente conocido como Paquito Cutumay (31), muerto, como ya se conoce, de manera violenta después de los Acuerdos de Paz en San Miguel, el 08 de octubre de 1996; con participación directa, como hechores materiales de algunos elementos de la recién fundada PNC (Policía Nacional Civil). Según Mariposa, y más importante todavía, Paquito Cutumay fue desde niño un personaje integralmente cultural: músico, poeta y muy alegre.
Con Mariposa seguimos en contactos ocasionales, y uno de ellos fue su participación con su grupo Vaguada en las fiestas de la Virgen de Guadalupe el 11 de diciembre del 2004, cuyo tema central era el cuestionamiento contra la destrucción de la finca El Espino, ya iniciada por algunos sectores de las conocidas familias Poma, Dueñas, Simán y otros anexos, para construir centros de consumo con todos los riesgos que significaban, en especial para la ciudad capital en peligro de inundaciones futuras a causa de la destrucción de buena parte de la finca mencionada. En esta oportunidad, también le acompañó su madre, doña Juanita, pero prácticamente ella pasó inadvertida, y lamento no haberla saludado.
Como parte de sus programas culturales, en su restaurante Papalut inaugurado apenas el 24 de junio /2006, nos invitó con Félix Montano a la presentación nuestro libro Literatura precolombina, un códice por descifrar. Llegamos allí la tarde del dos de julio de 2006, y ante regular número de asistentes, muchos de ellos llegados desde San Salvador, expusimos nuestro ensayo. Realizamos una rifa del libro y don Francisco A. Manzanares, padre de Mariposa, se lo ganó.
Al terminar la exposición y la natural tertulia posterior, me llamó la atención ver en una mesa a un señor serio y elegante leyendo el libro expuesto. Pregunté a mariposa quién era “ese señor”, pues me llamó la atención. Ella me contestó: “Es mi papá. Mi mamá no pudo venir porque tenía un dolor de muelas. Se quedó en casa…” Fue la única vez que vi directamente a don Francisco, y de veras lamento no haberme acercado a saludarlo. A su madrecita Juanita, no tuve la oportunidad de conocerla.
Regresamos en caravana alrededor de las nueve de la noche a San Salvador todos los que de allí proveníamos y el siguiente día viajé a Guatemala, donde residía. Y mi sorpresa fue cuando, en la tarde, abro el correo con la triste noticia de Mariposa que, aprovechando la noche de la presentación cultural, habían martirizado con lujo de barbarie a sus padres: Juana y Francisco. La noticia me dejó sin palabras y solo me preguntaba ¿cómo era posible que los asesinos hubieran aprovechado un momento histórico cultural para perpetrar su crimen?
En El Salvador, como ejemplos representativos de este martirio cultural, aparte de los tristes acontecimientos del genocidio en1932 de nuestros ancestros originarios en el occidente de El Salvador, tenemos tres casos típicos conocidos en todo el mundo y que todavía están en la impunidad, si bien ya se conocen algunos de sus hechores, incluso por confesiones directas:
1.- Roque Dalton, el poeta y literato salvadoreño más conocido en el mundo, martirizado un 10 de mayo de 1975. Cuestionador incluso de las desviaciones insurgentes. Quién no conoce y recuerda su inmortal Poema de amor
2.- Los seis sacerdotes jesuitas y sus dos colaboradoras, sacrificados en la UCA el 16 de noviembre de 1989, cuando sabemos que la intención principal era matar a Ignacio Ellacuría, filósofo de talla mundial, reconocido como uno de los filósofos clásicos de todos los tiempos. Claro, ello no demerita la enorme cultura del resto de los mártires de esa fecha.
3.- Monseñor Óscar Arnulfo Romero, martirizado el 24 de marzo de 1980. Exponente de primer orden en el ámbito de la cultura religiosa como pregonero de la paz, fraternidad y justicia, como valores del Reino de Dios que vino a predicar Jesús de Nazaret.
Un acervo cultural enorme tanto nacional, ancestral y familiar que se pierde por la muerte violenta de sus representantes; riqueza cultural muy difícil de continuar o rescatar.
Hago los comentarios anteriores como una gota de agua de solidaridad humanitaria; en el presente caso, enfocado en el aspecto cultural de Francisco y Juana, martirizados en una fecha de presentación de un ensayo cultural y en un restaurante y lugar que también irradiaba cultura. Y como un estímulo al aporte literario que Mariposa sigue dando, unido a su característico humor, a pesar de las dificultades personales por las que ha tenido que pasar: exilio, difamaciones y otras situaciones adversas. Ella, junto a muchos Cuscatlecos Quijotestos más, siguen aportando cultura a Cuscatlán, en medio de las tinieblas, incluyendo el COVID-19; pero, con “la terquedad del izote”, buscan iluminar este difícil amanecer cultural.
Mario Ramos, sacerdote, Director del Instituto Emiliani, Congregación Somascos, Guatemala.
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