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Categoría — A palabra limpia – ponencias

¿Literatura y sociedad o sociedades y literaturas?

Tito Alvarado

Tal cual está organizada la vida en sociedad, la literatura no puede ser un conjunto uniforme ni puede estar al margen del sentir de la gente. Primero está el hecho social, luego la interpretación del mismo. Esta interpretación se hace desde varios ángulos y siempre desde la visión de quien mira, ve, analiza y/o relata, sea un discurso periodístico, literario, analítico, histórico, científico, etc. Esto nos remite a que un hecho colectivo es visto, relatado, analizado desde una perspectiva individual y a su vez este individuo ha estudiado, aprendido, unos rudimentos comunicacionales desde un colectivo, lo que sumado a la cultura en que dicha persona se desenvuelve nos da como resultado una forma de ver, sentir, percibir y entregar emociones, razonamientos, proposiciones, suposiciones, saberes, y más, desde una perspectiva única. Hay una ligazón indisoluble entre individuo y colectivo social, con la variante de que cada persona tiende a valorar y valorarse más como individuo, no considerando, en su real dimensión, los factores sociales que han influido en que sea la persona que es.

¿Sería oportuno preguntarnos, qué es la literatura o sería más idóneo preguntarnos qué entendemos por literatura? En ambos casos habrá un amplio margen para la concordancia y/o la divergencia. Toda respuesta será un acercamiento, y siempre, todo acercamiento es parcial, en el doble sentido de la palabra: parcial por no cubrir todo el espectro de significado y parcial por ser un esbozo de pensamiento individual que toma partido.

Según la Real Academia Española, «literatura es el “arte de la expresión verbal” (entendiéndose como verbal aquello “que se refiere a la palabra, o se sirve de ella”) y, por lo tanto, abarca tanto textos escritos (literatura escrita) como hablados o cantados (literatura oral)». Esta definición no refleja el paso del tiempo, y con esto, los cambios en relación a lo que hoy se entiende por literatura. En un comienzo los textos literarios fueron compuestos para ser cantados y/o recitados, en la actualidad la escritura privilegia la literariedad, en contraposición con el lenguaje de uso común. El lenguaje literario es más estilizado, está destinado a la perdurabilidad; muy diferente de las expresiones de la lengua de uso común, destinada a su consumo inmediato y por lo mismo usa un lenguaje más liviano y hasta pasajero.

Actualmente el término literatura es polisémico,estos podrían ser algunos de sus significados:

Arte que emplea como medio de expresión la palabra escrita.

Conjunto de las producciones literarias de una nación, de una época o de un género.

Conjunto de obras que versan sobre un arte o una ciencia.

Conjunto de conocimientos sobre literatura.

Tratado en que se exponen estos conocimientos.

María Moliner en su Diccionario de uso del español la define en su primera acepción como: «el arte que emplea la palabra como medio de expresión, la palabra hablada o escrita». Estamos ante una definición posible de ser interpretada en dos sentidos; una, que se insiste en algo ya superado. Lo cual nos remite a que primero está el uso, que muchas veces transgrede la regla y luego, al ser aceptado por vastos conglomerados humanos, pasa a ser regla de uso general. La otra que, hace referencia a lo hablado en términos de dialogo de los personajes o monologo interior cuando el autor nos transmite lo que un personaje piensa. Pero si nos remitimos a que antes ha dicho… la palabra como medio de expresión… estamos en el limbo de la ambivalencia. En todo caso los idiomas son algo vivo, en constante movimiento de uso y desuso, por lo mismo una definición tendrá siempre algo de significación inadecuada.

En sentido moderno, pudiéramos concordar en que la literatura es un arte que se presenta escrito.

El detalle siempre en cuestión es, si el arte de la escritura tiene un sentido práctico: el arte no es un manifiesto ni una declaración ética ni una incitación a la rebelión, pero el artista manifiesta un estado de ánimo, comparte una visión y con su arte puede mostrar, interrogar, responder, criticar, plantear dudas, entregar respuestas, hacer proposiciones, siempre y cuando no se salga de lo artístico. Sí me preguntaran ¿para qué sirve la literatura? lo primero que se me vendría a la cabeza como respuesta, sería: para nada. Los astrofísicos entregan una explicación posible de los inicios del universo, todo estaba contenido en una pequeña bola, algunos se aventuran a decir lo imposible, era más pequeña que un puño humano, en un momento, situado a unos 13 mil 787 millones de años. Esa pequeña bola explotó, es un comienzo situado muy cerca de la nada o mejor dicho, la nada era lo anterior a esta gran explosión, más por desconocimiento, que por certeza. Con ello quiero ejemplificar que de algo, que no tiene uso práctico, se extrae una totalidad perdurable, es decir, el sentido primario de la literatura es perdurar, de esta perdurabilidad se afirma el lector y ve más allá, otro asunto es en qué forma y dirección le sirve. Las leyes físicas nos dicen que la materia es energía y la energía es materia, nada se pierde, todo es un infinito de cambio permanente. Lo que sirve de la literatura tanto está, en el texto escrito como en el lector, en este juego dialéctico de poner claves y capacidad de descifrarlas en movimiento, sale el sentido, que ayuda, según cada lector asimile el texto escrito. Este sería el segundo propósito: se escribe como un acto artístico inconcluso, que será completado por la interpretación de un lector.

Veamos brevemente un resumen, no citas textuales, de cómo respondían los antiguos a esto de la utilidad de la literatura:

Platón: es una forma de conocimiento, pero entrega una imagen «falsa» del mundo, en cuanto imitación del mismo.

Aristóteles: es placentera, por esa misma imitación y por la catarsis o liberación de emociones. Al contemplar una obra (se refiere a una obra de teatro), el espectador se reconoce e identifica con los personajes. Libera sentimientos de temor y piedad.

Cicerón, Horacio, Ovidio: la literatura sirve para enseñar y divertir.

Edad Media: deleitar para enseñar.

Renacimiento: deleitar.

Tiempos modernos: para algunos la literatura, y el arte en general, solo tiene una función estética, para otros tiene un sentido social.

La literatura es un agente formador, deformador y reformador de la cultura, es uno de los tantos componentes de la cultura con el agregado de que viene y va, en otro sentido podemos decir, que es un viaje desde y hacia la cultura. Dicho esto como una totalidad. Visto en forma parcial es otro el asunto. Se dice que en literatura no hay nada escrito, por más que se hayan establecido unos géneros literarios y estudiado infinidad de veces los estilos, con todas las variantes del caso. Entendemos este aserto sobre la literatura como que en ella hay un amplio margen para otras formas, estilos y combinaciones. Así como el idioma es algo vivo, también lo es la cultura y la literatura, solo que muchas veces las capacidades para verla y entenderla están supeditadas a unos condicionantes, no siempre vistos, estudiados, valorados o comprendidos, en una simbiosis dialéctica de ideas en movimiento y seres humanos respondiendo a las variantes que impone la vida en una sociedad de relaciones desiguales.

La literatura es primero que nada creación, recreación, visión, proyección, prolongación de una persona, el escritor, inmerso en un conjunto social, que se expresa con las limitantes y genialidades que toda persona puede tener. En tanto hecho en sí, es un acto solitario, se escribe desde una persona inmersa en su realidad concreta, en sus pensamientos y creaciones mentales, las transmite acorde a sus capacidades para poner su pensamiento en comunicación con otros, ajenos totalmente al hecho de ese acto de creación. El mérito del escritor tiene una relación directa con el dominio que este tenga de sus herramientas: las palabras, sus usos y valores para un potencial lector. Escribir es un acto solitario destinado a otros muchos que entran al mundo relatado, también en forma solitaria. Esto habla de la literatura como un hecho destinado a la lectura, lo cual supone una cierta capacidad del lector para descifrar los mensajes. Lo terrible es que en un mundo de casi ocho mil millones de personas, todas potenciales lectores, hay un porcentaje (lo cual supone una situación inmoral) de personas que no saben leer, otro porcentaje bastante alto, sabe leer pero no practica, y si lo hace, no comprende los mensajes que lee. De lo que resta, tenemos la dificultad de los casi tres mil idiomas que se hablan en el mundo, el público potencial queda reducido drásticamente a una ínfima proporción de la población total. Para peor, la escritura como objeto llamado libro, está destinado a ser vendido, se rige por las leyes del mercado o el libro habla de trivialidades o pocas veces es un objeto vendible, restringiéndose así mucho más los potenciales lectores. Duro oficio el escribir para un ínfimo porcentaje de personas.

Hace ya tres décadas, la revista mexicana Proceso, publicó una artículo que hablaba de un estudio realizado en Gran Bretaña, dicho estudio concluía algo tremendo: por cada escritor conocido internacionalmente y que vive de su trabajo, hay diez mil que no son conocidos ni pueden optar a vivir de su arte. Lo paradójico es que este grupo (de los diez mil) de escritores anónimos mueve la literatura. Mucho tiempo atrás visitó la Universidad McGill, una Universidad de habla inglesa en Montreal, el afamado escritor Carlos Fuentes, era un acontecimiento mayor. En su visita se gastó una respetable suma, en honorarios al escritor, pago de pasajes, hotel, comida y otros. Al momento de la cita había cuarenta personas. En la misma ciudad, tiempo después un desconocido escritor presentó un libro suyo, había 130 personas, no había nadie de la Universidad.

Si nos detenemos unos instantes en lo que demuestra la mecánica cuántica, tendremos hechos imposibles que componen lo que tenemos por real. Se nos dice que los átomos son algo así como una mosca en una catedral, eso sería el núcleo, las partículas, no se verían, pero allí están revoloteando a gran distancia, alrededor de la mosca. Lo imposible entonces es que la materia es, en un enorme porcentaje, espacio vacío. Pero ¿a quién le puedo demostrar que una piedra, un hierro, un tronco son vació? Meto una mano al bolsillo y muchas veces no hay nada, sin embargo, no puedo meter una mano en una piedra, aunque esta esté compuesta por átomos y estos sean 99,9% vació. Otro imposible a tener presente se reduce a la esencia misma de la mecánica cuántica: todas las probabilidades están abiertas, la realidad es, nada más ni nada menos, la probabilidad que se ha concretado.

Volviendo al tema de la literatura, nos encontramos con uno, de diez mil escritores, que llega a una cima ¿qué de sólido hay en eso? quizá lo único que lo posibilite sea un algo, quizá un cuanto, una suma de algo extra literario. Para ilustrar este punto recurro a dos hechos: Eduardo Galeano envió su libro, en ese momento inédito, al concurso de Casa de Las Américas, le dieron el premio a otro ensayo que no ha resistido la prueba del tiempo. Una vez publicado, Las venas abiertas de América latina, se volvió esencial y ha sido reeditado cientos de veces. En otra oportunidad, el mismo escritor envío al mismo concurso una novela, creo la más imposible que haya leído, le dieron el premio Casa, hoy es una novela olvidada.

Esto demuestra dos cosas: la literatura no es una ciencia y por lo mismo está sujeta a los vaivenes de los lectores, en otras palabras la literatura es un asunto subjetivo. Los más entendidos se equivocan, los menos entendidos aciertan. ¿Es un acertijo? Simplemente que en escrituras y en lecturas, siempre un hecho individual, hay influencias externas, resabios culturales, subjetividades y otros rubros que nublan el entendimiento. Todo esto para ilustrar que el hecho de llegar a una cima no es el objetivo final de un viaje, la meta final es resistir la prueba del tiempo y para ello, una obra literaria debe lograr tres componentes:

1 hablar de asuntos con cierto alcance universal,

2 construir el relato para ser leído con agrado,

3 conocer los asuntos de que habla.

Pudiéramos decir que la literatura es lo que se publica, se lee, se crítica. No lo diremos pues el hecho literario va más allá de estas tres condiciones. Antes de profundizar en este punto tengamos presente que los escritores son un conglomerado no solo disímil, sino también desigual en las oportunidades para presentar lo suyo ante el «gran público»:

1 Uno de diez mil escritores logra algo de estrellato, poco importa en esto la calidad, una palabra que nada dice de la carga subjetiva que tiene toda lectura.

2 Entre los diez mil hay un porcentaje menor, que logran destellar, sea por publicar algunos libros, recibir crítica, etc.

3 En otro segmento están los más, que publican en baja escala, sin recibir atención a sus dignos trabajos.

4 Hay otro sector que publica, sin que exista un criterio mínimo de calidad, pues es un simple negocio de algunos editores sin ética.

5 Y más abajo tenemos una cantidad no despreciable de escritores que nunca publica una de sus obras.

Esta categorización perfectamente puede servirnos para confirmar que no todo lo que se publica es literatura ni resistirá la prueba del tiempo, no todo lo que se publica tendrá el mínimo apoyo para llegar a los lectores. Esta confirmación nos sitúa en la paradoja: hay libros desechables que logran llegar a un público, hay libros desechados por los diversos mecanismos del sistema, sin oportunidad alguna de llegar a un vasto público.

Hemos dicho que la literatura es un arte, y como toda manifestación artística, este arte es para ser contemplado, solo que en este caso la contemplación pasa por la imaginación del lector, en un sentido participativo, no solo ve, se emociona, con esta emoción completa el acto literario de escribir, editar, imprimir, leer y con esto se cierra el círculo, dando paso al análisis, el resumen y la capacidad de proyectar lo leído. La contemplación deja de ser un acto de inercia o un acto pasivo y pasa a ser algo activo de ideas en movimiento. Con ello pudiéramos decir que la literatura, siendo en su inicio un acto individual, pasa por un proceso de socialización, finalizando su ciclo en un acto colectivo, es decir la literatura, para que lo sea ha de ser un hecho social, tanto como obra construida socialmente y para la sociedad y como obra de arte inmersa en un conglomerado social y por lo mismo no puede ser ajeno a la sociedad en que se produce. Con esto estamos diciendo nada más y nada menos que la escritura, refleja, en forma distorsionada la sociedad de la cual proviene y se produce en razón de unas expectativas, sin que esto signifique una condicionante objetiva del escritor, simplemente nadie ni nada humano puede estar al margen de como se relacionan los seres humanos.

En algunos casos, la contemplación en la literatura y en el arte puede ampliar nuestro horizonte estético, nuestro horizonte moral, nuestra percepción de las condiciones socioculturales de un período y un lugar, etc., sin embargo, no existe un propósito general, pues todo texto literario es diferente y pareciera no haber un rasgo común que los encierre a todos. Diría, sin temor a equivocarme, que sirve para el deleite de ser testigo y juez y desde allí elevarse, moralmente hablando. Estoy consciente que este enunciado no sirve para todo la literatura, pues hay una, mayoritaria en el segmento1 de escritores, que producen acorde a las reglas del mercado, con el afán solo de entretener sin otra proyección que la enajenación, y hay otros escritores en el segmento 4 que hablan desde su persona sin lograr que lo suyo tenga universalidad.

En este sentido lo que más abunda en la literatura son hechos no literarios: frustración, ego, adulación, mito, aprovechamiento, confusión, escapismo, falta de ética, poca solidez intelectual, todo dentro de las leyes del intercambio social desigual. Hechos y situaciones que restringen la literatura, en su mayoría, a un hecho que no logra romper la costra del sistema y pasar a ser algo perdurable que ilumine todos los rincones de la sociedad.

La literatura no es una, son muchas, diversas, disimiles, más cerca o más lejos de un centro, a veces situado sea en la ganancia, en el ego, en lo personal, en el mito de que se puede “triunfar”, en la utilidad social; algunas literaturas se centran en el arte, a partir de ahí se construye una estética con ética.

Aquí llegamos al punto x, la perdurabilidad. No perdura una obra por que ciertos estudiosos alaben sus méritos y las editoriales gasten dinero promoviendo al escritor, recordemos que en la literatura hay mucho de negocio. Sin embargo lo que perdura es no tanto lo fabuloso de su relato o un estilo depurado sino lo que nos acerca a un mundo ya ido o por venir, no como un fatalismo sino como una probabilidad, susceptible de transmitirnos todavía una voluntad de crítica y por consiguiente, de cambio.

Nos dice María Moliner en su Diccionario de uso del Español, a propósito de sociedad: «La humanidad considerada como conjunto de seres humanos que conviven y se relacionan unos con otros». Magnífica definición, solo que la realidad está algo lejos de ser así. La humanidad toda no es una sociedad, hay muchas, muchas más que países hay en la Tierra, el conjunto de los seres humanos no se relaciona, las relaciones son, en primer lugar, de tipo económico y estas definen la organización social. Las relaciones sociales se dan en pequeños grupos, en cuanto a la convivencia, pudiera ser aceptable sí tomamos como marco la tierra entera o un país o una ciudad u otro espacio donde habitan los seres humanos, no se convive en conocimiento y respeto del otro, se convive sobre viviendo las angustias que la cotidianeidad produce, más que convivir, se contra vive unos contra otros, pues lo fundamental se da en el terreno de protegerse de otros seres humanos, no en balde se dice que el peor lobo del hombre es otro hombre. Ejemplifican esto, los diarios asaltos a la convivencia: guerras, odio, represión, asesinatos, robos, asaltos, violencias, violaciones, mentiras y una larga lista de agravios. La mejor caracterización de la sociedad humana sería su inhumanidad, la indiferencia. La forma de relacionarnos nos transforma en cifras en contra, objetos de uso y desuso, cosas manipulables, sin embargo, lo que hace la diferencia es la solidaridad, en este terreno vemos al otro, nos proyectamos, humanamente hablando. La historia humana esta llena de hechos execrables, pero lo que nos humaniza sigue su curso hacia una sociedad, ya no solo ideal sino tremendamente necesaria y por lo mismo, posible.

Si nos detenemos en un conjunto de seres humanos que comparten un territorio llamado genéricamente país, veremos que en el hay diversos intereses, diversas visiones, diversas situaciones de vida, diversas esperanzas, muchas veces en contradicción de unidad y lucha de unas personas contra otras. En términos generales, hay una sociedad que oculta sus lados oscuros y se esmera en presentarse como lo óptimo. En el plano de las ideas en lucha, hay otra sociedad, la que espira al florecimiento de lo mejor humano, pasando por la indiferencia, la ignorancia, las falsas ideas, los prejuicios, la evasión, el oportunismo, el cinismo, es decir, una sociedad no es una, son muchas coexistiendo bajo muchas formas de aproximación, en un entramado de convivencia entre teatro y sueño. Teatro como escenificación con todos sus grados de hipocresía, bajos instintos y hechos repudiables sin que falten los sublimes que nos animan a seguir y nos salvan de la locura, aunque muchas veces la cordura pueda ser puesta en duda. Sueño visto como lo irreal de la pesadilla de sobre vivir o la esperanza de días mejores, mientras tanto nos acomodamos como podamos, en un letargo de vigilia.

¿Qué tiene de real la literatura? Quizá lo mismo que tiene de irreal la vida, la lectura de obras literarias nos adentra en un mundo que se «materializa» en sus detalles virtuales, algo nebulosos, en la mente del lector, pero antes estuvo en la mente del escritor, solo que en este caso, es más bien un juego, pues al momento de estar escribiéndose la obra, el autor es un lector con un poder extra, puede borrar, cambiar, agregar palabras, imágenes, situaciones, en cambio el lector está solo con su capacidad de descifrar los contenidos y proyectarlos en su imaginación, una vez situada la obra en este teatro virtual la literatura completa un ciclo y pasa a la perdurabilidad o al olvido.

Estas palabras casi finales bien pudieran haber sido escritas al principio, se dice en matemáticas que el orden de los factores no altera el producto, esto es verdad con los números, en cambio en el terreno de las artes: según sea el orden, será el producto. Al colocarlas en el último párrafo ¿Pretendo un golpe de efecto? ¿un llamado de atención? Muchas veces en los gestos no hay intencionalidad, simplemente están en un lugar y tiempo y al estar, producen un efecto al margen de toda intención. No pretendo dialogar con otro que no sea un potencial lector, no para mostrar erudición, llenar requisitos académicos ni estar de acuerdo o en desacuerdo con quienes en otra época y lugar hayan escrito sobre el mismo tema. Muchos han sido y mucha agua ha pasado bajo los puentes, hoy requerimos una visión distinta, estamos en proceso de efecto sin regreso, justo en los momentos, absolutamente breves y definitorios, en que si no corremos por una solución, que ha de tener mucho de improvisación y heroicidad, llegaremos tarde al punto del no retorno, en ese trance ya poco, casi nada servirán las palabras, las obras, lo estético, las ficciones, los mitos y todo aquello inmenso que conforma el acerbo cultural de la humanidad. La civilización humana estará en vías de extinción. Mientras los menos aptos, por su inteligencia y voluntad, estén donde no deben estar, en posiciones de poder con los pulgares hacia abajo, y las personas de inteligencia y saber estén en oscuros rincones, supeditados a lo nefasto u ocupando su tiempo en sobrevivir como mejor puedan, la única esperanza es un arte de sobresalto, de escaramuza, de ataque y repliegue, de duda y certeza.

La sociedad tiene una responsabilidad hacia el hecho artístico y hacia los artistas, que sea efectiva esta responsabilidad pasa por una valoración de lo estético, del desarrollo del potencial creador de las personas por medio de la lectura. Ya no basta con unos cuantos dulces a unos pocos. Lo podemos poner en “sobresalto” o en “crítica mortal.” En casi todos los casos, los ejércitos y las fuerzas policiales son máquinas de matar, entramados de corrupción y autodefensa, que poco, casi nada, aportan al país. En ellos se gastan enormes recursos y reciben beneficios sociales y económicos, en cambio, sea en aporte a la cultura y en aporte a la economía, los escritores, los artistas en general contribuyen, lejos, mucho más que quienes perfectamente pueden ser vistos como entidades parasitarias. La pregunta es ¿cuánto invierte el país en sus creadores de arte? lejos, mucho menos que lo que invierte en lo que no funciona. Si se dedicaran esos recursos, mal empleados en maquinarias funestas, a la valoración y desarrollo de los aportes de sus artistas, el cuadro sería otro superior en humanidad, en dignidad y capacidad de encontrar soluciones.

Entonces, ¿de qué servirían estas palabras si en ellas no hay una intencionalidad de cambio? De nada. Para que esto no sea un fatalismo de palabras al vacío, preconizo que bien podemos improvisar una literatura de extremos, de soluciones, de saltos hacia adelante, de crítica mortal al mortal sistema. Esto pasa por autores en su papel de artífices de lo nuevo y por los lectores en su papel de críticos para un cambio de paradigma. Arte para ampliar nuestros horizontes imaginarios, ampliar nuestras capacidades intelectuales y proyectar hacia las sociedades todas, la visón de lo imposible abriéndose camino.

Abogo por un arte de nuevo tipo, lo cual será posible si contamos con cultores de su arte, que estén más allá de sus egos y por lo mismo no sean manipulables por las mezquinas leyes del mercado. Arte ético, arte en conciencia. Revolución cultural.

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octubre 7, 2020   ningún comentario

Así opera la manipulación en y del sistema

Carlos Poblete Ávila,Profesor de Estado.

Dice, resume en 8 conceptos adjuntos el célebre pensador y lingüista estadounidense Noam Chomsky, de qué forma opera en la sociedad capitalista de extremo formato neoliberal, el sistema de dominación de clase en nuestros países en los que se ha implantado dicha ‘ filosofía ‘ de vida.

Cabe agregar y recordar además de nuestra parte desde este país, que el actual empresario que hoy gobierna y administra el modelo, señaló no ha mucho tiempo … que Chile entonces … ‘ está – estaba – en el umbral del desarrrollo ‘. Corresponde expresar que el país nunca estuvo, y menos ahora está en ese ‘ umbral ‘. Lo que realmente sucede es el desarrollo del subdesarrollo.

Es asunto de ver … lo que en verdad ocurre en la sociedad – antes sin las actuales funestas consecuencias sanitarias, y ahora con el franco rigor de la pandemia – : La miseria económico-social es dantesca. Ese flagelo ataca sin piedad a millones de seres humanos que ven aniquiladas sus más básicas condiciones de vida.

Se estima que 2,5 millones de personas han perdido su trabajo.

Chile es un país que ha entregado, enajenado su patrimonio, su riqueza material ante la voracidad de ese sistema capitalista : Las aguas, los bosques, los minerales, el sistema previsional, la educación, la salubridad, el transporte, las telecomunicaciones, las carreteras han sido privatizados. Los grandes consorcios empresariales, los mayores imperios financieros internacionales son los dueños de tales riquezas, servicios y derechos absolutamente mercantilizados. Sectores de la oligarquía nativa son también copropietarios del señalado patrimonio nacional usurpado a la población. Chile es un país desnacionalizado.

El pensador Noam Chomsky habla de la manipulación de la que es objeto la población por vía de los medios de comunicación de masas. Es una gran verdad. Se trata de confundir, de paralizar, de anular el pensamiento crítico. Dispersar para dominar. El sistema en su perversidad hace antagónicos a quienes deben marchar unidos.

Particularmente ante la actual situación de precariedad social e incertidumbre, millones de personas acusan severos estados de alteración psicológica, conductuales. La ansiedad, el estrés, la depresión son algunos de esos signos más comunes que afectan a hombres y mujeres, a jóvenes y niños.

La actual pandemia ha dejado con mayor evidencia las reales condiciones de inhumana crueldad presente por largo tiempo en nuestra sociedad.

El tema, el asunto, el problema de fondo apunta al señalado sistema imperante, y a quienes desde la política lo han administrado por largo tiempo. Sectores de la oligarquía se han beneficiado mediante la injusta acumulación de ingentes riquezas.

Los más amplios y mayoritarios sectores de la sociedad deben comprender que el cambio del sistema y su devastador e injusto modelo es posible, y ha de ocurrir mediante la real, consciente y resuelta unidad de millones de seres humanos que asuman, que impulsen un Proyecto Nacional Estratégico de Desarrollo.

octubre 7, 2020   ningún comentario

Votar, Vetar y Botar …

Carlos Poblete Ávila, Profesor de Estado.

Esperemos que la pandemia, más temprano que tarde, sea – y haya sido – una tragedia sanitaria con las profundas consecuencias sociales, económicas y humanas como hasta aquí la Humanidad, y en particular el pueblo de Chile han tenido que sufrir. La devastación está a la vista de todos. Como se sabe, contagios, muertes, aflicción, desesperanza y angustia afectan a millones de seres humanos.

En el caso de Chile esa condición de crisis abarca, daña a casi la totalidad de la población. Las llamadas autoridades políticas del país no sólo, como se ha dicho, ‘ han llegado tarde ‘ para evitar el desamparo de millones de ciudadanos, la verdad es que simple y cruelmente no han llegado. El sufrimiento de niños, de jóvenes, de hombres y mujeres no se mitiga con migajas y limosnas de última hora.

El escenario político y mediático durante cuatro meses ha sido ir y venir de propuestas y proyectos, de promesas, de anuncios y de otros paliativos desde el gobierno, empresarios y parlamento. Mientras tanto, las funestas consecuencias, el daño alcanza hasta la salud mental de millones de personas. Es y será una de las patologías que evaluar y atender ahora y post pandemia.

El campo de operaciones ocupado por el gobierno, parlamentarios, el sector financiero-

La última propuesta y / o resolución que he emergido del lado parlamentario, dice relación con el sistema previsional, y que en rigor los trabajadores podrán retirar el 10 % de sus ahorros capturados por las AFP. Con esos variables recursos de propiedad de los cotizantes, ellos podrán cubrir sus deudas acumuladas durante estos últimos aciagos meses.

La población en gran mayoría ha seguido los acontecimientos últimos por los medios de comunicación, principalmente la televisión, cuyos programas que no escapan de la farándula y de la insoportable publicidad mercaderil, han servido de vitrina a personeros politiqueros que, a como dé lugar han usado las pantallas para promover sus futuras campañas electorales. Se han cuidado siempre decir que la culpable de todo lo que sucede es la política – operación científica que ninguna culpa tiene -, porque la verdadera responsabilidad es de ellos, de los políticos, y en particular de los politiqueros.

En el futuro habrá que Votar, en el plebiscito para una Nueva, verdadera y democrática Constitución. También para elegir a diversos representantes en los municipios, en el parlamento y en otras instancias de poder.

Se ha dicho que ante la reciente resolución del parlamento referida al señalado 10 %, el Presidente de la República tiene – o tenía – como facultad la opción de Vetar el mencionado acuerdo.

Votar y Vetar …, en eso hemos estado, pero no se puede dejar afuera el verbo Botar, que en mucho la comunidad, los ciudadanos deben conjugarlo con absoluto derecho y, sobre todo, aplicarlo. La sociedad tiene que sacudirse de los nocivos, de los nefastos, de los corruptos, de los ineptos, de los mediocres, de los incultos y, de la estulticia.

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¿Es vida la de quien sobrevive?

Carlos Poblete Ávila, Profesor de Estado.

En general los millones de seres humanos somos sobrevivientes desde que hemos nacido. El parto de nuestras madres es un episodio vital, luego del cual nos declaran biológica y legalmente nacidos.

El canto ‘Sobreviviendo’ que escuchamos en la voz de Víctor Heredia, da pie para señalar gramaticalmente a vía de ejemplo, que el verbo sobrevivir en su forma no personal de gerundio, indica que la acción es durativa en el tiempo. Esto significa que quien sobrevive sigue con vida, continúa viviendo …

Ahora … ¿De qué forma o modo y calidad es esa vida …?

Decir ‘sobre’ adicionado al verbo ‘vivir’ crea el vocablo ‘sobrevivir’ cuya acepción es ‘ vivir después de la muerte de otra persona o después de un determinado suceso. También es vivir de forma precaria o en condiciones adversas ‘. Según indica el diccionario.

Para todas las especies, incluida la humana que habitan este ecológicamente maltratado planeta, el o los riesgos que las afecten están siempre presente, esto por obra de la naturaleza o por causalidad humana. Cualesquiera sean los orígenes de tales circunstancias, las consecuencias afectarán a todo lo que viva sobre la faz de la Tierra.

A saber, existen los fenómenos, los trastornos naturales que generan tragedias : sismos, huracanes, epidemias. También ocurren las acciones por creación humanaque provocan otras calamidades : guerras, destrucción del ecosistema, hambrunas, injusticias, carencias diversas y otros males.

La reciente dantesca explosión acaecida en la ciudad de Beirut ha dejado una inmensa secuela de muerte y de personas heridas, y una cuantiosa destrucción material en esa urbe. Las consecuencias son también mentales en millones de seres humanos en ese país y en otras naciones. Una sensación y estado patológico de pánico afecta a la Humanidad.

Decir que en este mundo …, principalmente por cometido humano ninguno está libre de agresiones, de violencias, de semejantes asaltos y tragedias es una verdad, una dolorosa evidencia.

Cada día más lejos de aquella declaración : ‘Todo ser humano nace para ser feliz’. Del concepto felicidad se ha escrito algo más que una página … Se ha dicho que se trata de una abstracción. Que es una quimera. Que es un estado esporádico, que sucede a fragmentos. Nada menos que El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha narró a los cabreros que en pretéritos siglos existió una Edad que se llamó ‘dorada’, y no porque en ella brillara el oro, sino porque entre los seres humanos hubo paz, amistad, concordia, fraternidad. Dichosa Edad en la que todas las cosas eran comunes, porque entonces no existían dos palabras : ‘tuyo’ y ‘mío’.

No puede ser que haya que decir, y menos aceptar que todo el que nace sea para ‘sobrevivir’. No, se trata de vida para más y mejor vida.

Las preguntas son : ¿Cuándo paramos esto y hacemos realidad aquello de la libertad y de la felicidad? ¿Cuándo damos una sonrisa y el supremo respeto a cada niño en este mundo? ¿En qué momento decimos ¡Basta! y echamos a caminar para transformar, para cambiar todo lo que haya que cambiar.

Enlace al Tema Sobreviviendo: https://www.google.com/url?sa=t&rct=j&q=&esrc=s&source=web&cd=&cad=rja&uact=8&ved=2ahUKEwj_14nu7KLsAhUCvZ4KHfPFB4EQtwIwCnoECAEQAg&url=https%3A%2F%2Fwww.youtube.com%2Fwatch%3Fv%3DAPyws1u4QvY&usg=AOvVaw3d3aipTs9vQ0_8gvYMAIHr

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Chile, hace medio siglo o una mirada serena para avanzar

Tito Alvarado

1 Era el 4 de septiembre de 1970, elecciones en Chile, el resultado dio ganador al candidato de la Unidad Popular, poco más de un tercio de los votos válidos eligieron presidente de Chile a Salvador Allende. Era otro el tiempo y otras las miradas de la realidad.

2 Una fecha o un hecho no significan nada sino están ligados a un contexto.

3 El contexto de hace cincuenta años era de necesidades, lucha frontal, dirigentes medianamente a las alturas del momento, gente en dominio de su conciencia y certezas válidas para construir otro tipo de sociedad.

4 Medio siglo es mucho tiempo, si se mide con parámetros de vida y personas tiradas a la basura por falta de oportunidades.

5 Hoy, cinco décadas después de ese triunfo, lo valioso es lo que permanece, lo que ha resistido el desgaste del paso de los años.

6 Lo logrado en casi mil días de Gobierno Popular fue tremendo, pero no irreversible.

7 Los avances fundamentales fueron barridos por el odio de clase, usando como herramienta perversa a las Fuerzas Armadas. Una atroz forma de confirmar que las FFAA solo han servido para matar compatriotas, que se supone deben defender.

8 En hechos generales el Gobierno de Allende fue un intento de poner al pueblo en el poder, solo que a veces, los miedos a la muchedumbre empantanan los buenos deseos.

9 Como en todo intento, había componentes decididos, otros ambiguos y muchos que actuaban como si estuviesen comprobando simples teorías.

10 Más allá de lo correcto, algunos caímos en la trampa de actuar como si nosotros mismos no fuésemos el pueblo.

11 También es cierto que desde abajo se construyeron soluciones, como los cordones industriales, las juntas de abastecimiento y precios, pero estas no lograron vencer las trabas burocráticas, impuestas por quienes no quisieron entender que se trataba de construir otra forma de relaciones sociales.

12 Con Allende y la Unidad popular se nacionalizó el Cobre y otros recursos imprescindibles para el desarrollo del país, se profundizó la reforma agraria, se amplió el sector estatal de la economía, se aumento el poder adquisitivo de los trabajadores y se sufrió el acoso inhumano del riquerío y los dueños del imperio.

13 De inmediato los testaferros del imperio se pusieron a trabajar por el fracaso de este camino nuevo hacia el socialismo.

14 En realidad desde mucho antes trabajaron para impedir que la mayoría votara por Allende, con su campaña del terror anunciando tanques soviéticos en la moneda. Los únicos tanques amenazando la democracia fueron los del regimiento Tacna. Luego los aviones de la FACH se encargarían de mostrar el verdadero rostro de la burguesía. El imperio y sus testaferros locales coordinarían los poderes nefastos para impedir el éxito popular, pasando por el asesinato, el desabastecimiento organizado, una ley de control de armas, que le entregaba al ejército un poder, preparatorio de lo que sería la dictadura militar, los atentados de grupos armados y más. La guinda del pastel fue la amenaza real de una guerra civil.

15 En todos estos terrenos se actuó siempre a la defensiva. Una mirada retrospectiva de aquel entonces me permite concluir que la respuesta de “no a la Guerra civil” no fue la mejor, pues en realidad no correspondía a una lectura correcta del momento y para peor, nos inmovilizó con una ley de control de armas. Una cosa es no hacer la guerra, otra es no estar preparados para cuando llegue el golpe duro del enemigo.

16 Un gobierno son hechos, ideas, gente movilizada, y más, si es un gobierno que se impuso la tarea de avanzar hacia la construcción de una sociedad socialista.

17 En esta misión hacia adelante, no logramos dilucidar el problema mayor: reforma o revolución. Había muchos revolucionarios que solo eran simples reformistas. Había un discurso revolucionario con una práctica reformista.

18 ¿Queda algo de esos logros, tanto materiales como desde el punto de vista de las ideas?

19 Iniciar cambios requiere determinación y conocimientos profundos, que si no se tienen, por lo menos hay que desarrollar la capacidad de recurrir el conocimiento colectivo y esto requiere claridad en los objetivos finales y capacidad de ir inventando sobre la marcha. Creación heroica, en el decir de Mariátegui.

20 Mucho de eso había en Allende, los militantes y dirigentes de los partidos que conformaban la alianza Unidad Popular, pero era más teórico que práctico.

21 Necesario es detenernos en un detalle importante: los egos de los dirigentes, su procedencia de clase y, por lo mismo, las soluciones que daban a los problemas.

22 En términos generales estamos hablando de buenas personas, que realmente querían un cambio, pero sin arriesgar demasiado. Entonces nos quedamos a medio camino. Con Allende hubo una posibilidad real de llegar al poder, pudieron más las visiones mesiánicas y el miedo a la gente sencilla practicando su poder.

23 El tiempo terminó por demostrar que en muchos dirigentes, sus ansias de cambio tenían menos valor que una palomita de maíz. Al poco tiempo olvidaron su pasado “revolucionario” y se acomodaron a los nuevos tiempos. Para la gente que vive de su trabajo, para los pobres, luego de la dictadura, no hubo alegría ni tiempo mejor.

24 Muchos de los dirigentes que acompañaron a Allende, leales a su extracción de clase, optaron por que nada cambie. Pudiera escribir algunos nombres de los próceres de aquel entonces y ver que son ahora, sería un gesto inútil, mejor que los borre un viento sur.

25 Las razones que permitieron el triunfo de la Unidad Popular con Allende, siguen estando en pie, las necesidades son aun mayores. La desigualdad ha crecido. En buen romance, hay menos ricos, mucho más ricos y hay más pobres, mucho más pobres.

26 Por otro lado, hay menos capacidad de conocer la realidad y proponer un camino para cambiar lo que es urgente y necesario cambiar.

27 Los mecanismos de dominación del imperio y sus burguesías locales han logrado un triunfo en el terreno de las ideas y de la cultura.

28 Nosotros, los de abajo, los que necesitamos con urgencia cambiar la vida, estamos en su mayoría presos de un mecanismo que nos obliga a invertir lo mejor de nuestras energías y tiempo a trabajar para vivir a medias.

29 ¿Qué ha sido primero para los iluminados de ayer, los miedos ocultos en una nebulosa romántica o el giro que le han dado a su acción post dictadura? qué si ayer no se atrevieron a más, hoy renunciaron de plano a las poderosas ideas de cambio.

30 En el terreno de las ideas, el resultado es una ideología del desprecio, una despolitización casi total, una cultura que prioriza lo banal, una demonización del pensamiento marxista.

31 Los marxistas de antes ya no son ni sombra de lo que eran. Sin embargo el problema de fondo sigue su curso. Los ricos en su negocio de matar la vida y los pobres en su trabajo de vivir al día.

32 A cincuenta años de un triunfo, que pudo llegar lejos, pero no alcanzó a llegar a la esquina, la vida impone la necesidad ineludible de contar con las herramientas de análisis que da el marxismo.

33 Para cambiar la realidad hay que conocerla, entiendo que decía Galeano. Urgente y necesario es poner la herramientas del marxismo al alcance de todos.

34 En esta tarea, los intelectuales, los cuadros con capacidades de estudio y de enseñanza, más las tecnologías modernos pueden y debieran jugar un papel de primer orden, no solo difundiendo resultados sino también desarrollando capacidades dormidas en los otros.

35 ¿Qué significado podemos darle a las cifras de la pobreza? Detrás de ellas hay miles de personas sin otra posibilidad que vivir sobreviviendo, sin tiempo para el ocio, la creación y los placeres del trabajo cultural.

36 En cifras netas esto tiene un significado inmoral: en 1970 Chile tenía una población de 8.884.768, de ellos un 20% eran pobres (1.776.954); hoy, 2020, con más ciencia, más tecnología y mayor dominio de la técnica, la población es 18.967.347, lo perverso es que un 29% son pobres (5.497.631). Vamos hacia atrás.

37 Más pobres en cifras y pobreza son los resultados en contra de una dictadura, una política neoliberal y unos progresistas de monumento con pies de barro, valen menos que una alpargata vieja.

38 Estos “progresistas” cuando han estado en situaciones de poder, poco, casi nada, ha valido su trabajo.

39 Los negocios del imperio, los negocios de los “dueños del país” marchan muy, pero muy bien.

40 Algo huele a podrido, algo anda profundamente mal. Se necesitan los Allende de ahora, los que luchan y están dispuestos a llegar hasta el final.

41 Una cosa infinitamente pequeña, invisible a nuestros ojos, un virus, que no está vivo ni esta muerto, pero donde encuentra condiciones se reproduce a gran velocidad y puede matar si nos descuidamos, ha venido a cambiar las reglas del juego.

42 ¿Qué es la civilización humana ante una pandemia de la envergadura del Covid-19?

43 ¿Somos civilización humana o simples piezas en los juegos del mercado? Humanidad o barbarie es el problema de fondo y lo humano solamente puede florecer en toda su potencia si la organización social lo posibilita.

44 De lo pequeño podemos pasar a lo grande, para ello necesitamos hoy un cambio de cultura, en realidad una revolución cultural.

45 Revolución en el contenido y la forma de relacionarnos: establecer relaciones simbióticas, crear igualdad de oportunidades para todos, priorizar lo que funciona.

46 El objetivo ulterior de esta revolución ha de ser: desarrollar el potencial creador de todos y cada uno de los seres humanos.

47 La rebelión iniciada en octubre pasado, la pandemia, el historial nefasto de lo ya conocido, nos dice que se necesita y se puede actuar como un movimiento de nuevo tipo, donde lo primero sea el aporte creador de cada uno, con la meta final de construir una nueva sociedad.

48 Lo tan imperioso como necesario, la voluntad de cambio, imponen una conducta ética: superarnos en lo individual y en lo colectivo, ejercer nuestro deber de hacer historia, rebelarnos ante lo inaceptable, crear las herramientas para avanzar, políticamente hablando.

49 Si entendemos cultura como la forma en que se producen los bienes materiales y los bienes espirituales, podemos ver que la cultura es un asunto de todos y para todos. Es algo que se construye y modifica cada día. Quienes estamos en el trabajo cultural tenemos el deber moral de ser la crítica mortal al mortal sistema.

50 Estamos a las puertas de un momento único en la historia de Chile, la posibilidad de ser arte y parte en la discusión de una nueva constitución, para que este ejercicio sea en verdad un avance debiéramos fijarnos como meta que la constitución consagre:

el agua como un derecho, que debemos cuidar y un bien para disfrutar libre de pago;

la educación universal, de calidad, gratuita;

la salud como un derecho del cual podamos usufructuar todos;

el trabajo para todas las personas en capacidad de trabajar;

la justicia social con salarios éticos para suplir todas las necesidades humanas;

la propiedad del estado de todos recursos estratégicos;

el derecho de los pueblos originarios a su modo de vida, su cultura, su tierra, su idioma, su autodeterminación.

Fuente: www.utopiarossa.blogspot.com

septiembre 24, 2020   ningún comentario

¿Cultura y Revolución, Revolución y Cultura o Revolución cultural?

Tito Alvarado, Morin Heights.

Los términos Cultura y Revolución se prestan para falsos dilemas, no son términos que siempre vayan de la mano, por más que algunas veces tengan ciertos acercamientos, ni se prestan a la buena interpretación pues sirven para definir cosas muy alejadas unas de otras. En todo lo que a diario leo, no he visto un análisis de estas dos formas de accionar en su posible y necesaria unidad, lo más que abunda es un acercamiento a ellas de manera separada y muchas veces desde una perspectiva estrecha y parcial. Pudiera decir que es casi un fatalismo.

La ciencia y la técnica han avanzado tanto que asistimos a una aceleración en la diversificación de las especialidades, esta especialización se ve también en la crítica, junto a que quienes, en una proporción alarmante, se atreven a poner en discusión un tema, lo hacen con cierto grado de ego, es decir desde un desafortunado: yo tengo la razón, nos detallan el problema, sin atreverse a proponer soluciones.

Cientos de analistas se esmeran en intentar hacernos ver el mundo como si su campo, y por supuesto su punto de mira, fuese lo fundamental, nos muestran una parte del problema dejando muchos otros aspectos fuera del análisis.

Cada idioma con sus particularidades contiene elementos de confusión, las palabras no poseen el mismo significado para todos, para mayor marasmo una palabra puede registrar varias acepciones como también un significado se puede expresar con distintas palabras. Esto nos remite a un segundo aspecto, ¿qué es lo que determina el significado? algunos dirán que es el uso de los términos, sin considerar que estos tienen uso puesto en boga u obsolescencia por los hablantes. Con la globalización y las tecnologías modernas, podemos decir que los idiomas ya no son regionales, siguen estando insertos en una cultura, pero estas sufren una constante transformación tendiente a la universalización, por otra parte, las diferentes especializaciones le dan su propio giro a los términos en uso, universalizándolos, solo en el medio de la especialidad. Así, perfectamente el habla, junto con servir de puente entre alguien que expresa unos objetivos de significación y otro que interpreta estos significados acorde a sus propios medios: nivel de conocimientos, características intelectuales propias, familiaridad de uso de estos significados etc. sirve de elemento de confusión o ambigüedad, dejando al margen de su correcta interpretación a quienes no están al mismo nivel de especialidad, conocimiento o apertura intelectual.

Pudiera decirse que estamos hablando en un idioma desconocido, tratándose del significado que le damos a las palabras, la verdad es siempre un sí y un no. Primero está el uso de las palabras, luego puede darse el análisis, que se manifiesta con palabras, no siempre de uso común. De esta manera tenemos que lo emitido por alguien rara vez es lo mismo para un interlocutor dado.

El tema a exponer aquí es Cultura y Revolución, expresado de esta forma pudiera predisponernos a darle un falso sentido, como si ambos temas corrieran por sendas paralelas, la realidad indica que no es así, dicho de la segunda forma (revolución y cultura), predispone a entender que hay una dependencia de la cultura en relación a la revolución. Este último término se asocia a cambio violento, cuando en verdad quiere significar cambio radical, la realidad también indica que cualquier cambio social radical no se puede lograr sin una cuota de violencia, sea esta ejercida por quienes se oponen a los cambios o como respuesta de quienes propician esos cambios. Mi propuesta es que asumamos la misión de propiciar una Revolución cultural, un cambio radical de cultura.

Para entendernos en estos significantes, en esta intención de dar un significado que sea compartido por cientos de millones de personas, debemos partir por intentar un acuerdo del significado que le demos a los términos, cultura y revolución.

El término cultura antes del VI Congreso Sur realizado en Ciudad de México (2014) resistía 42 significados (todos ellos escritos por especialistas o funcionarios), allí Proyecto Cultural SUR acordó su propia definición de cultura, pero como en todo lo humano, primero ocurren los hechos, luego los intelectualizamos y más tarde se producen los cambios, con el agravante de que siempre hay nuevos actores que aportan su cuota a los hechos y a las ideas. Así los términos nunca tienen significados estáticos, como también hay personas que se quedan en otro tiempo cultural, con significantes y significados desfasados.

En aquel memorable Congreso definíamos la Cultura de la siguiente manera:

Cultura es lo que identifica a un grupo humano determinado y a la vez es lo que lo diferencia de otros: es el conjunto de saberes, creencias, pautas de conducta, formas de ser, prácticas sociales, medios materiales en uso, formas de relacionarse, modo de resolver sus necesidades, grado de desarrollo artístico, científico e industrial, en una época y/o grupo social, que son aprendidos, compartidos y transmitidos de una generación a otra por los miembros de una comunidad de intereses, por tanto, es un factor que determina, regula y moldea la conducta humana.

La cultura es práctica y es símbolo, es unidad y diversidad, es lo espiritual y lo material humano identificatorio, es el ser como identidad y el hacer como resultado de esa identidad, es lo determinante a la hora de definir lo que somos: seres pensantes con capacidad para modificar nuestra conducta y el medio en que nos movemos. A través de la cultura el ser humano se expresa como tal, adquiere conciencia de sí mismo, el individuo se reconoce en el grupo de pertenencia, ve sus falencias, sus necesidades y potencialidades, pone en duda su esencia, su práctica y resultados, busca y potencializa nuevos aportes y significaciones, crea obras, artísticas y materiales, que lo trascienden.

En suma se es en tanto se pertenece a una forma de ser y hacer.

Visto así, la cultura es un todo colectivo, expresado en una individualidad que a la vez que recibe un acumulado, aporta a lo identitario su expresión propia, tanto el colectivo social como las personas en términos individuales que lo conforman son y es influido e influye, es formado y forma, es moldeado y moldea. Con esto queremos decir que la cultura es un todo en constante movimiento y a la vez queremos significar que podemos influir en ella, el pequeño y gran detalle es el camino a seguir para lograr un cometido tal como hecho consciente. La manifestación de lo cultural es en su mayoría un hecho inconsciente. Ya no basta con que analicemos como se manifiesta en su totalidad o en sus variantes, se trata de colocarnos en la necesidad de acelerar la marcha para lograr una convivencia humana basada en la solidaridad, desterrando de la conciencia humana el usufructo personal y el lucro. Los recursos alcanzan para todos, falta que el ser humano se vea como hermano del otro y no como un competidor al cual hay que destruir o ganar sea como sea.

Una cosa es proponer un camino a seguir para construir una cultura desde la necesidad, otra muy distinta es asumir este trabajo como una práctica constante, como una forma de vida. El modo imperante de relacionarnos, no solo nos encasilla en una determinada forma de conducta, también nos da las justificaciones que convierten en moral, aquello que a todas luces es inmoral, como la pobreza en que están sumidos varios miles de millones de seres humanos, el racismo, la contaminación o el pago de servicios, que si de verdad se respetaran los derechos humanos, debiera estar garantizado su usufructo sin costo, hablo del agua, la medicina, la educación, el transporte urbano y otros. Aquí chocamos con la economía, pero antes chocamos con la piedra de que la economía no está al servicio del ser humano, sino que el ser humano está al servicio de la economía y esta es controlado en usufructo privado, por los dueños del capital.

Nos asegura Ariel Petruccelli en su artículo, Batalla cultural: ¿y si nos subimos al tren equivocado?, publicado en Rebelión.org (2 octubre, 2018), que:

los límites entre economía y cultura se van tornando borrosos. La cultura misma tiende a convertirse cada vez más en una industria, en un negocio.”

Más adelante nos recuerda algo ya olvidado como práctica social:

Literalmente: a comienzos del siglo XX un miembro de la SPD podía asesorarse acerca de cualquier problema legal -no necesariamente laboral- en los gabinetes jurídicos del partido, aprender las primeras letras en una escuela socialdemócrata, aprender las segundas y hasta las terceras letras en una universidad popular socialdemócrata, formarse como cuadro político o sindical en una academia socialdemócrata, no leer otra cosa que diarios, revistas y libros salidos de las excelentes imprentas socialdemócratas, discutir esas lecturas comunes con compañeros de partido o sindicato en cualquiera de los locales socialdemócratas, comer comida puntualmente distribuida por una cooperativa socialdemócrata, hacer ejercicio físico en los gimnasios o en las asociaciones ciclistas socialdemócratas, cantar en un coro socialdemócrata, tomar copas y jugar a cartas en una taberna socialdemócrata, cocinar según las recetas regularmente recomendadas en la oportuna sección hogareña de la revista socialdemócrata para mujeres de familias trabajadoras dirigida por Clara Zetkin. Y llegada la postrera hora, ser diligentemente enterrado gracias a los Servicios de la Sociedad Funeraria Socialdemócrata, con la música de la Internacional convenientemente interpretada por alguna banda socialdemócrata.” (Antoni Domenech, El eclipse de la fraternidad, Barcelona, Crítica, 2004, p. 149).

Sin duda se trata de un caso extremo, pero en modo alguno inusual. Sin ir más lejos, en Argentina y Uruguay también el movimiento obrero socialista y anarquista de esa época desarrolló su propio entramado contra-cultural, con grupos de teatro, clubes sociales, picnics recreativos, cooperativas de consumidores, orquestas filarmónicas, mutuales, equipos de fútbol, bibliotecas populares, etc.

Maravilloso, no hay nada nuevo bajo el sol, recurrir a la historia, debiera ser una práctica diaria para enfrentar los retos del presente, para sacar del ayer las lecciones de lo que no ha resultado y animarnos a implementar propuestas que si funcionen. Lo tremendo en contra es que siempre chocamos con el ego de quienes en su momento están conduciendo las luchas, así como también nos enfrentamos al dejar hacer a los otros lo que perfectamente podemos hacer nosotros.

Nos advierte Ariel Petruccelli que:

“A veces el rótulo “batalla cultural” sirve como una tapadera para legitimar una militancia light: la ilusión que podemos militar perfectamente wi fi mediante, conectándonos unos minutos en los ratos libres, sin gran necesidad de tediosas reuniones, polémicas asambleas, agotadoras movilizaciones o peligrosos enfrentamientos con la policía. Es evidente la tentación, dentro de los círculos intelectuales, de emplear la representación “batalla cultural” como legitimación de una práctica en la que se compromete el pensar, pero mucho menos el actuar. En la que poco se “pone el cuerpo”.”

y concluye:

“Resumiendo, una confrontación real en el plano de la cultura implica disputar no sólo en torno a representaciones y sensibilidades, sino también en torno a prácticas sociales, estilos de vida y formas de organización colectiva de diverso tipo. Si hemos de contraponer la solidaridad a la competencia, el diálogo a la descalificación, lo colectivo a lo individual, lo común a lo privado, la auto-realización al consumo, los “fines en sí mismos” a los “medios instrumentales”, etc., deberemos tener presente que estas contraposiciones no son sólo intelectuales, sino muy fuertemente prácticas.”

Pocas palabras, con un aporte de envergadura mayor, uno más sumando su voz a las muchas que intentamos aunar nosotros, para la alta misión de mirar los ojos fríos de la muerta. Los cambios que la sociedad toda necesita, es decir una revolución social a escala de todo el planeta, la democratización total y la defensa de la vida con derechos garantizados para todos, solo serán tal si a la vez logramos construir otra cultura. Se trata de una cultura nueva, para un orden social nuevo.

Nos recuerda Ariel Petruccelli que:

“como totalidad, la hegemonía para Gramsci incluía cuatro componentes: político, cultural, económico y militar.”

A tantos años de la realidad vivida por Gramsci, bien podemos preguntarnos si estos términos significan lo mismo y si no es hora de ver otros componentes que le den nueva vida a la lucha por la hegemonía, entendida esta como la capacidad de conducir la sociedad.

A mi modo de ver creo que prioritario es vernos en nuestra propia individualidad y cual es el papel del individuo en el cambio cultural necesario a la preservación de la vida y la construcción de un orden social basado en las necesidades de todos los seres humanos. Desarrollo pleno del individuo sin alejarnos de lo solidario implica un cambio radical, una revolución cultural, no de palabras sino de hecho, asumiendo como modo de vida lo que pretendemos sea la sociedad, ¿si queremos un modo de vida solidario, podemos pensar en términos de ganancia?, luego viene la acción local, la nacional y más que la internacional, la acción viendo el planeta todo como nuestro único y común hogar.

Veamos brevemente el uso y abuso de los cuatro componentes:

político, ha sido demonizado por el sistema y muchas prácticas de quienes se sitúan a la vanguardia de las acciones de cambio han contribuido a que las mayorías se alejen de lo político y al momento de elegir lo hagan en beneficio de los responsables del descalabro social actual, se impone la necesidad de crear un movimiento político de nuevo tipo, acorde a las posibilidades de las tecnologías actuales; cultural, desde las izquierdas en diversos periodos se ha intentado implementar un trabajo cultural serio, con la pata coja de que se ha entendido lo cultural como la simple manifestación de las artes, para peor casi siempre se ha priorizado una o dos expresiones del arte. En quienes están en la práctica política pareciera que nada, o muy poco, entienden cuando se trata de cultura. Quienes están en lo cultural o no comprenden nada de lo político o se alejan en la creencia de que ambos frentes no pueden mezclarse, como si lo cultural no pudiera a la vez ser un hecho político, como si una expresión del arte no tuviese una interpretación política o un hecho político no pudiera ser a la vez una expresión cultural; económico, cientos de miles de cerebros estudiando estos asuntos, pocos toman en cuenta el tremendo aporte de Carlitos Marx, y no se consigue darle al caos de la economía capitalista una estabilidad, aunque a diario nos dicen que de eso se trata, cuando en verdad la economía es en mucho, asunto de improvisación y teatro virtual, pero el asunto es cómo entendemos nosotros este frente y sobre todo qué sabemos y cómo lo implementamos en el accionar diario, generalmente se deja a especialistas, es decir nos guiamos por la ley del menor esfuerzo;

militar, ¿cómo entender este componente en un mundo en constantes guerras, implementadas por intereses definidos a cientos de miles de kilómetros en las suntuosas oficinas de los poderes imperiales? ¿Qué papel han jugado y juegan nuestros irrisorios ejércitos, aparte de haber asesinado sus propios nacionales y recibir una renta parasitaria? Desde la ignorancia de estas respuestas, me atrevo a insinuar que lo militar hoy en día debiera ser ir de frente a la eliminación de esta institución parásita, que no tiene ningún papel práctico en las sociedades actuales. Lo militar se define en el terreno de la expresión política por otros medios. Cada partido o movimiento en lucha por un cambio social, debiera dotarse de una política militar, que bajo ningún precepto puede ser una copia de lo existente, sí puede y debiera contener estrategias para la defensa de quienes hacen causa contra alguna manifestación del sistema.

Yo agregaría tres componentes más: comunicación, ciencia y conciencia;

comunicación, el sistema ya ha encontrado la forma de apropiarse de las inmensas capacidades de comunicación de las tecnologías modernas entregando contenido disociador y alienante. Desde sus centrales, utilizando algoritmos, tienen la capacidad de poner en circulación preconceptos e inclinar la voluntad de las mayorías a favor de quienes priorizan la ganancia propia. Hay todavía un potencial de comunicación que podemos y debemos disputar priorizando los sistemas operativos libres y entregando contenidos que permitan avanzar en el conocimiento y el ejercicio del pensamiento propio;

ciencia, el conocimiento científico ha avanzado en la última mitad de siglo más que en toda la historia humana y seguirá avanzando, lo funesto es que la apropiación de estos conocimientos se hace acorde con las leyes del mercado, así la ciencia contribuye al enriquecimiento de unos pocos y no a la solución de los problemas de los muchos, pese a esto queda una porción de ciencia que puede implementarse y ser un aporte a la liberación humana, hablamos de conocimiento de la ciencia y la implementación de sus soluciones con sentido solidario;

conciencia, en términos de lucha social se entiende por consciencia la participación en pleno conocimiento de sus causas y efectos, en realidad debiéramos hablar de conciencia como el papel de cada uno en su aporte al cambio, para ello, necesario es vernos en nuestro propio actuar, en lo necesario y en lo que funciona, dejando atrás los afanes protagónicos o la funesta creencia de que siempre tenemos la razón, priorizando encontrar soluciones que representen los intereses e incluyan los aportes de todos.

Ahora veamos algunas perlas que trae la ola:

Primera perla. En una entrevista con el dirigente sindical Venezolano Orlando Chirino, 2 de octubre, 2018, Rebelión.org este asegura: “no hay consigna más democrática y revolucionaria que la defensa del salario y del sindicato”, una mirada somera nos permite argumentar que el salario puede ser democrático solo cuando no hay mucha diferencia entre el más bajo y el más elevado, cuestión que ocurre en muy pocos lugares, lo revolucionario no se puede restringir a la defensa del salario, puede ser parte, pero nunca ha de ser lo fundamental, pues en si mismo una lucha por un salario justo no transforma ningún orden social y sin cambio radical no hay revolución. El sindicato es una herramienta, que en principio pudo ser democrática y hasta revolucionaria, pero hoy en día, en la generalidad de los casos, es más un agrupamiento dirigido por mafias, que un lugar en el cual el trabajador acumule la suficiente fuerza como para negociar condiciones de trabajo a su favor, ni mucho menos se puede pensar que el sindicato contribuya a una formación política sólida, entonces estas palabras del dirigente Chirino se vuelven palabras para defender su propio papel en el juego, en otras palabras es un asunto cultural, se ha corrompido el principio fundamental del sindicato, la defensa de los intereses de clase, y se ha transformado en una tribuna de egos en juego con salarios altos para los que allí se reparten la cotizaciones sindicales.

El sindicato podrá ser una poderosa herramienta de clase, cuando se logre la participación consciente de todos los afiliados y si esta herramienta es empleada no solamente para la lucha por un salario digno, es decir debe existir una voluntad tanto de los dirigentes como de sus miembros de que efectivamente el sindicato sea una herramienta de cambio. Yo vivo en una realidad en que los sindicatos son dirigidos por sindicalistas profesionales, en la mayoría de los casos, funcionarios ajenos completamente a los intereses de los afiliados. Estos personeros tienen nula participación democrática y ninguna noción revolucionaria, los afiliados cuentan cada cierto tiempo al momento de elegir en asamblea a sus dirigentes. Nunca he sabido los porcentajes de participación, salvo del que fue su presidente por un cortísimo periodo: eran tres mil afiliados, en la asamblea eleccionaria, participaban no más de ciento cincuenta personas, es decir los dirigentes en realidad representan el 5%. Todo un fracaso del sindicato y del ejercicio democrático.

Segunda perla. 24 horas después (2 de octubre, 2018) de conocido el fallo de La Haya, contrario a la posición de Bolivia, el actual presidente de Chile Sebastian Piñera, según El Mostrador (periódico digital chileno) habría dicho en referencia a la Presidenta anterior:

Tuvo una actitud firme y clara en defensa de nuestro país”.

Pudiéramos pensar que se trata de una apreciación política, dejando de lado el aspecto cultural y estaríamos parcialmente en lo cierto. Pero además es una afirmación política parcialmente cierta, por decirlo de una manera elegante, sin embargo la verdad va por otro carril. Una actitud clara y forme en defensa del país, hubiera significada durante su gobierno, una propuesta de hermanos a Bolivia, no fue así ni tampoco hubo durante los dos periodos de la Sra. Bachellet la recuperación del cobre, no se impidió la práctica de vender recursos sin procesar a potencias extranjeras (Chile vende el mineral sin procesar, junto a todo lo que le acompaña), ni tampoco hubo una recuperación de la economía basada en la explotación de los recursos de Chile con capitales chilenos: la explotación de las carreteras es propiedad de compañías españolas, lo mismo que la explotación del agua, la electricidad y otros recursos. ¿Cómo entender entonces la defensa de nuestro país? El golpe militar significó un retroceso inconmensurable y los gobiernos “democráticos” no han hecho su parte para recuperar Chile en todos los sentidos. Peor aun, Bolivia aspiraba a disponer soberanamente de una porción ínfima del litoral chileno, algo imposible por la simple razón de que el mar en Chile es propiedad privada de siete familias.

Tercera perla. Una poeta en el último Festival de Val David, donde participamos con Raquel Catalán, mi compañera de vida, se presentó como una activista social, ardiente defensora del agua, En francés suena muy similar la primara parte de una expresión que se usa para pedir socorro au secours y la palabra agua, eau, La poeta participa en el movimiento eau secours, que se ocupa de hacer conciencia sobre la necesidad de salvar el agua. Uno puede pensar que siendo poeta, con una participación activa en un problema sensible, la poeta pudiera tener conciencia. Me interesé en conversar con ella, le expuse a sobresaltos y interrupciones la cercanía de nuestra Campaña Verde esperanza, Parques para la Paz, poemas para la vida y la de salvar el agua, luego comencé a exponerle todo lo relacionado con el Festival Palabra en el mundo, cuando creyó comprender de qué se trataba, su pregunta me dejó helado, ella dijo: ¿qué se gana con este Festival? Mi cara debió expresar tremenda extrañeza, así es que ella misma aventuró una respuesta, ¿se publica un libro de cada participante? Y volvió a la carga con el ¿qué se gana? En los más de dos mil contactados para Palabra en el mundo nunca nadie nos preguntó que ganaba. A partir de esa actitud, nada puedo argumentar, pues ella, en su esencia de buscar ganancia, es parte del problema no de la solución.

Esto es solo una pincelada de lo mucho que hay del discurso del muere en las personas que están en los trabajos culturales. La esencia es que quieren tener una parte del manjar, hermoso sería que se nos pagara un salario justo por nuestro trabajo, pero para ello debemos diseñar una nueva forma de relacionarnos entre nosotros y con la naturaleza esta nueva forma puede y debiera ser la solidaridad, la relación simbiótica y no la relación parasitaria de la ganancia a toda costa.

La última en sentido múltiple. Los agentes del sistema han encontrado fórmulas nuevas de ejercer su dominio quebrando la lógica de los hechos: demonizar ex presidentes, que tienen un bañito de progresistas, cooptar a otros, que no han sido “tan Progresistas”; montan con éxito golpes blandos, son argucias de fuerza sin necesidad de la fuerza bruta; en otro lados implementan la fórmula de que luchadores sociales, sean suicidados, ni pensar que la justicia ejerza su potestad para demostrar que tales suicidios fueron en verdad asesinatos ni tampoco pensar que las izquierdas levanten su voz; al lado tenemos muertos que contradicen las leyes de la lógica, uno que se suicida, quieren demostrar que fue asesinado, otro que ha sido asesinado nos quieren demostrar que murió de causas “naturales”.

Estas perlas son ilustrativo de lo cultural que debe cambiar para avanzar en la revolución social. En la mayoría de los casos “las izquierdas” montan caballos cojos, no están en lo fundamental; levantar todas las luchas, coordinarlas hacia objetivos de soluciones definitivas, hacer frente común al imperio, implementar políticas centradas en lo importante y dejar de correr por lo urgente. Utilizar las tecnologías modernas para informar, educar, discutir el discurso dominante, demostrar lo necesario, movilizar por soluciones, etc. Nótese que con estas perlas no estamos hablando de hechos políticos, por mucho que el sistema los presente de esa manera. Estamos hablando de como hacemos, vemos y/o justificamos lo que hacemos, estamos hablando de hechos esencialmente culturales, asimismo, el modo de hacer de quienes debieran estar en primera línea por los cambios sociales, han desteñido sus principios y diluido su acción, este es un hecho político y a la vez un hecho cultural, pero de una cultura impuesta subliminalmente por el sistema. El asunto es salir de la olla con agua tibia en proceso de ser agua caliente.

Por Revolución se entiende una amplia gama de movimientos de cambio, aunque no cambie la esencia del sistema social injusto en proceso terminal. También la hegemonía de las ideas del sistema dominante actual impone la representación o la acepción de violencia para una revolución, más de alguna “izquierda” suave, pretendiendo alejarse de la violencia, termina por acomodarse al sistema. Tomemos por caso las recientes elecciones en Quebec, Canadá (1 de octubre, 2018). había cuatro partidos en disputa, tres ambiguamente de derecha y uno ambiguamente de Izquierda, ganó el partido más ambiguo, pero más enemigo de cambios sociales en beneficio de las mayorías, paradoja, ganó esgrimiendo, como en Argentina, la bandera de un cambio. ¿Asistiremos a la quiebra de Quebec, como economía, como sociedad distinta, como identidad otra en el marco de Canadá? La izquierda ha quedado tremendamente contenta, pasaron de tres diputados a diez. Cuando en el fragor de la campaña se les acuso de comunistas, respondieron que no lo eran ni tampoco eran marxistas. En verdad una izquierda dentro del sistema, por más que argumente en favor de las mayorías, por más que ponga en la palestra los problemas reales, siempre será un intento de ponerle una cara dulce al sistema que irremediablemente nos conduce al muere.

El intrincado asunto del significado de la palabra, izquierda, siniestra en italiano, en español siniestra o siniestro es algo retorcido, misterioso que preconiza un horror. El uso devino un abuso. El significado primario se volvió otro, de personas sentadas al lado izquierdo, progresistas, revolucionarios en la asamblea etérea de la llamada revolución francesa, se volvió sinónimo de ser partidario del progreso en términos sociales, entendido el progreso como acercamiento en los hechos a la justicia social, preconizada en las palabras. La historia nos ha demostrado luego que las palabras pierden significado y las prácticas traicionan los postulados. Hilvanado más fino veremos que hay una delgada línea de pertenencia a una determinada clase social, que a la larga juega su rol de clase tanto en la conducta política como en las propuestas y estrategias de lucha.

Los grandes problemas. No siempre identificados por las izquierdas, están camino del punto del no retorno, la contaminación, los cambios climáticos, la gestión de los recursos hídricos, la amenaza constante del hambre (dos mil millones de personas sobreviven con el equivalente a dos dólares diarios), la dependencia casi absoluta de la energía generada con hidrocarburos, etc.

A modo de ejercicio para la redacción de esta conferencia realicé una breve investigación sobre que se piensa son los principales problemas del mundo. Me encontré con toda clase de enumerados.

Desde quienes van a lo fundamental: como el impacto de la contaminación medioambiental y la creciente desigualdad entre ricos y pobres, hasta otros que identifican diez problemas mayores relacionados con: el hambre, el racismo, la contaminación, las guerras, la salud, el VIH/SIDA, la agricultura, la electricidad, el agua potable, la pobreza, otros ponen en su evaluación: cambio climático, seguridad social, envejecimiento de la población, la pesca o la minería, la biodiversidad en retroceso, el colapso económico, el agotamiento del petróleo. Lo cual muestra que efectivamente existen problemas claramente identificables, pero no una sistematización del estudio de los mismos y ello nos remite a que las soluciones no se proponen por inexistentes o son muy disparatadas por un desconocimiento científico de las causas. Esto es la superficie del problema. Ninguno de los analistas estudiados identificó el problema de fondo, las relaciones de producción, que son las causantes de todas las amenazas a la vida en la tierra. Esta falta es a la vez un problema cultural y un problema de incapacidad de análisis, pues con la caída del campo socialista, se ha dejado de lado el marxismo como una herramienta de análisis concreto de la situación concreta.

En resumen, sin un método para analizar las múltiples realidades y como en ellas se mueven las personas y se producen los hechos sociales, sin capacidad para conocer, analizar como la realidad es percibida es su especificidad colectiva e individual, sin asumir que no todas las personas tienen conciencia de su lugar en el mundo, sin proponer soluciones a escala local, nacional y global no habrá otra sociedad posible. El asunto no es cultura y revolución ni revolución y cultura, ahora el mundo avanza hacia un punto del no retorno en que la vida, y con ello la civilización humana, se enfrenta a su mayor desafío, el de la supervivencia o la extinción. No somos seres humanos en una realidad que puede ser modificada a nuestro antojo, somos una ínfima parte de un todo, el cual no puede ser modificado sin consecuencias. Es aquí que la revolución, entendida esta como las personas y movimientos que están por un cambio radical de la sociedad, deben trabajar lo cultural como parte indisoluble del cambio revolucionario y por otro lado quienes trabajan lo cultural deben entender su incidencia en lo político. La cultura sola, sin el elemento político, entendido este no como una simple participación en un partido o movimiento político, sino como una toma de posición frente a cada asunto humano, no influye en la sociedad. La política sin incorporar el elemento cultural a su acción no ha logrado ni logrará afianzar los cambios. Si emprendiéramos la misión que ambos frentes concuerden en múltiples acciones en pro de un ser humano proyectado en lo social, que actué en plena conciencia y conocimiento, estaríamos produciendo una Revolución Cultural. Sus tareas de largo plazo son el desarrollo de todo el potencial creador de cada ser humano, para ello un camino es el pasar de ser espectadores a ser actores, personas con visión crítica y acción que no desdigan sus palabras. Un extraordinario papel juega en este propósito la capacidad de las personas de ver y verse en el movimiento, la capacidad de recurrir a la imaginación, a la inventiva para sobreponerse a las adversidades, dicho así esto pudiera interpretarse que todo es un asunto de manejar la mejor estrategia personal, dejando de lado las leyes sociales, no. Toda respuesta, toda capacidad, todo poder de imaginación personal es a la vez un asunto social, pues estos factores al momento de implementarse se vuelven un hecho social y es la sociedad toda que o mantiene el rumbo del muere o cambia en forma radical, con cada día que pasa este cambio va de lo importante a lo urgente.

La misión humana, cultural y de cambio radical, hacia delante es inmensa, como inmensas son las dificultades a enfrentar. Si seguimos como hasta el presente, lo más probable es que lleguemos al punto del no retorno alrededor del 2035 (16 años pasan volando), estamos hablando de la concentración del capital, del aumento de la desigualdad (ahora mismo el 1% de la población mundial posee el 50% de los recursos), de la desaparición de las especias, (ya se habla que en el 2050 no habrá peces en los océanos), de los negativos efectos de los cambios climáticos, muchos de los cuales nos amenazan en forma creciente cada año.

Para asumir una revolución cultural como parte de todos los esfuerzos por una convivencia humana solidaria, en igualdad de oportunidades y usufructo de los recursos contemplando las necesidades de todos, se requiere una voluntad de cambio dictada sea por el conocimiento, por la necesidad o por la certeza de que así como estamos, vamos definitivamente al muere.

Hacer posible, y hacerlo rápido, todo cuanto parece imposible. El mañana será el que soñemos solamente si contribuimos, desde todos los frentes, a crear una cultura alejada del mercantilismo, de la competitividad o búsqueda de ganancia. Pero también se requiere poner al día nuestras capacidades para sumar a otros, para coordinar acciones, para crear conciencia, para dominar las nuevas tecnologías y deshacernos de los lastres imperantes en la ideología dominante. Ser o no ser era el dilema de Hamlet, personaje ficticio en una Dinamarca oliendo a podrido, también ficticia, pero con muchos visos de realidad. Ahora todo el mundo huele a podrido. En este aquí, en este ahora, más que un dilema de teatro se ha vuelto una necesidad de vida, el detalle funesto es que a la fecha quienes toman las decisiones siguen creyendo que hay todo el tiempo del mundo por delante, entonces no queda otro recurso que nosotros, los desperdigados individuos que aun creen en el ser humano y sus capacidades, pasar a la acción por una cultura nueva, por un movimiento político cultural de nuevo tipo, por una nueva internacional, cuyo objetivo sea el ser humano en su dimensión universal. El detalle que hará la diferencia es la visión y acción que agregue cada uno. En eso estamos.

abril 25, 2019   ningún comentario

La Paz como forma de vida

Tito Alvarado, Morin Heights.

De los más de seis mil idiomas existentes en el mundo, tres mil tienen muy pocas posibilidades de continuar usándose el próximo siglo. Este dato trágico es algo terrible, perderemos tres mil formas de acercarnos a la vida, perderemos humanidad desde la perspectiva de otros en su relación con el medio que les circunda. Sin embargo, siendo un asunto de muerte de las personas que usan esos idiomas, es percibido, por quienes no están en esos dilemas, como un dato anecdótico, lo cual pudiera remitirnos a un fatalismo, el de dejar hacer a otros lo que es de nuestra incumbencia. Salvar un idioma es salvar una forma de relacionarse con el mundo, una herramienta de cultura. Pero hay muchos otros temas de tanta relevancia como este de los idiomas en vías de extinción. La vida misma está en peligro, los próximos 25 años son decisivos en cuanto a continuar en lo mismo o cambiar de modo de vida.

Creo haber leído en algún documento, de cuya referencia exacta no dispongo, que en el mundo existe alrededor de un millón de iniciativas y organizaciones que tienen como tema la Paz mundial, pero estas no se coordinan en nada. ¿Es el condicionamiento de creer que somos islas? ¿es la ley del menor esfuerzo? ¿o es algo peor, como una moral fuera de la realidad? Cada cual actúa de buena fe, sin embargo esta buena fe no basta para que cesen las guerras en el mundo. Guerras que son creadas por razones de control de recursos, bajo la argucia de levantar amenazas ficticias. Estamos ante las puertas de un dilema, el mayor dilema que haya tenido nunca la especie humana: asegurar la supervivencia de todos o perecer.

Es algo cuya gravedad no es percibida en su magnitud. Las preocupaciones diarias por la sobre vivencia, no nos permiten vernos en el drama que es la vida, con los días contados, si seguimos actuando como hasta hoy. Desde los poderes manipulan nuestra capacidad de respuesta y nos encaminan a pensar y actuar acorde a intereses ajenos al bienestar de todos y cada uno. Por mucho que trabajen, millones de personas, en pro de la vida, la balanza se inclina hacia el fin de la civilización, pues quienes actúan buscando una ganancia inmediata, solo piensan en su propio beneficio, siempre en contradicción con el bienestar colectivo.

La Paz no deja de ser solo un tema, fácil de manejar, pero difícil de alcanzar. No pienso en la Paz como un asunto imperioso en los más de cuarenta conflictos armados ni en los cientos de miles de conflictos que impiden la convivencia pacífica, de las naciones y de las personas. Basta ver cualquier noticiero para constatar que: no se nos dice toda la verdad, la verdad es siempre entregada de acuerdo a beneficios inmediatos y futuros de quienes ejercen el control (no hablo de personas, hablo del sistema con su maquinaria siempre trabajando para asegurar que el poder siga donde está), se prioriza el crimen, el escandalo, las buenas acciones son un relleno. El negocio de dar noticias no es comunicar lo que acontece, es dar cuenta de lo que acontece priorizando lo morboso, mostrando hechos funestos, repitiéndolos hasta el cansancio. Se cuentan medias verdades, que también son medias mentiras, se falsea la verdad, adornando, edulcorando los hechos noticiosos, y a veces se cuentan mentiras completas. Nos movemos en un mundo hecho a imagen y semejanza de los poderes detrás del poder. Así nunca tendremos Paz como un medio para desarrollar todo nuestro potencial creador. Esto debe y puede cambiar.

La Paz como tema se vuelve lugar común, palabra desprovista de significado. Si nos remitimos a la historia vemos que la Paz ha sido siempre una utopía, la más larga utopía jamas alcanzada, poco importa que muchos países no estén en guerra, pues en esa calma relativa, a diario se ven los estragos de una forma de vida construida a los garrotazos. Hemos llegado a este teórico sitial de dominio científico y técnico apachurrando personas que piensan y actúan distinto. En sitial de honor tenemos a personajes que han sido, vistos desde una ética de Paz, asesinos en estado natural. Mantener los ejércitos con toda su faramalla, cuestan un ojo de la cara y poco, casi nada, entregan al país que les paga por servicios virtuales. Son un gasto inútil, más aportan trabajadores mal pagados como los profesores, los obreros, los artistas, los artesanos. Ante la creciente distancia entre los pocos que tienen mucho y las mayorías que tienen poco, casi nada o simplemente nada, ante los desastres causados por los cambios climáticos, ante la alarmante certeza de que los recursos hídricos se acaban, ante la escandalosa cantidad de plásticos en el mar, suficientes como para fundar la mayor de las islas de cualquier océano, ante el despilfarro que supone producir bienes y productos alimenticios que se tiran intactos a la basura, ante la deshonrosa cifra de dos mil millones de personas que sobreviven con el equivalente e dos dólares al día, ante estos y más dramas en código secreto, toda acción será insuficiente si no logramos que sea en los más diversos frentes y cuente con la participación heroica de varios miles de millones de personas.

Podemos continuar levantando la bandera de la Paz y con seguridad no pasará nada distinto, pues nuestro método para lograr la paz no de cuanta de lo profundo, lo colosal que es la brecha entre la necesidad y la posibilidad. Hoy cuando el desastre final es inminente, es cuando menos capacidad hay para mover conciencia.

Si buscamos una definición que le de valor a la palabra Paz, nos encontramos con la sorpresa de que esta se define acorde a una ideología expresada en el idioma, lo que nos remite a las ideas y valores en boga, que son la visión de la clase dominante, no da cuenta exactamente del significado que le asignamos quienes creemos que otro orden social es posible y necesario.

Cualquier experto en cuestiones de semántica nos dirá: La palabra paz refiere a un estado de bienestar, tranquilidad, estabilidad y seguridad. Es un estado de armonía que está libre de guerras, conflictos y contratiempos. Esta definición está en el limbo de la ambigüedad, por más que quiera ser categórica. En toda la historia humana no hay un solo momento en que podamos decir que la vida ha transcurrido en un estado de bienestar, tranquilidad, estabilidad y seguridad. Es más bienestar nos remite a un cierto nivel de riqueza, lo que más abunda en el mundo es pobreza, ya estamos en el periodo del pasmo absoluto: el 1% de la población mundial tiene bajo su control el 50% de los recursos mundiales; tranquilidad hace referencia a certezas que no podemos asumir, a diario nos invaden las noticias de desmanes mayores producidos por razones menores, la tranquilidad se vuelve olas azotando contra las rocas; estabilidad es algo muy relativo, en realidad son periodos en los cuales se desarrollan todo tipo de estrategias “ganadoras” para sumirnos en un nuevo periodo de inestabilidad; lo de seguridad es un chiste cruel, algo que no existe en ningún lado, basta ver el trato que se le brinda a los pasajeros en los aeropuertos y aviones o la proliferación de compañías de seguridad o los entrenamientos, arsenales y vestimentas de combate con que cuenta la policía.

La citada definición de paz es simplemente un eufemismo, nos remite a lo superficial, en lo profundo es casi un imposible pues la esencia del orden social en que vivimos está basado en la ganancia que obtienen unos en constante lucha contra los otros. Esta es la fuente de todo conflicto. Se vive para ganar y con lo ganado vivir, parece un juego de palabras, pero es una verdad consagrada como una moral. Los bancos, las compañías de seguros, las compañías constructoras, en esencia, son asaltantes de camino. Sus ganancias suben en proporción mayor al costo de la vida, mientras los salarios de las personas que viven de su trabajo, se mantienen estables o aumenta muy poco, así se pierde poder adquisitivo, el salario se va diluyendo peligrosamente.

Vivimos la pesadilla de que los recursos del planeta alcanzan para que todos los seres humanos vivan en pleno goce de sus facultades, sin embargo aumenta la brecha entre los que tienen mucho y los que tienen poco. Esto terrible no es visto como una injusticia. La ciencia y la técnica tienen respuestas a la mayoría de los problemas humanos, pero la falta de recursos, los intereses de las transnacionales, la “ética” del mercado impide que la humanidad pueda implementar estas soluciones, muy por el contrario, las reglas del mercado imponen sus condiciones de desprecio y desperdicio, una regla de absoluta inmoralidad: miles de toneladas de productos no vendidos, se tiran en vertederos secretos.

Paz seguirá siendo una palabra de buena intención y escaso asidero en la vida diaria mientras no enfrentemos una solución radical, que vaya al fondo del asunto. Hay que eliminar las reglas del juego que posibilitan vivir en constantes guerras, empobrecimiento y trato despreciable hacia las personas. Necesitamos con urgencia un cambio radical de cultura, una revolución cultural que ponga como prioridad al bienestar de todos los seres humanos, sin distinción de razas, credos religiosos, nacionalidades ni otras barreras divisorias de la humanidad. El drama de hoy es la vida, de seguir sin cambios profundos, todo irá a peor y llegaremos en esta generación a superar el límite admisible, al punto del no retorno. Una vez cruzado ese umbral ya no habrá vuelta atrás, el daño será irrecuperable. Los cambios necesarios son para ahora mismo y van en dos líneas centrales: cambiar la forma de relacionarnos entre nosotros, cambiar la forma de relacionarnos con la naturaleza. La causa del deterioro de la vida en todo el planeta tierra es una: la búsqueda de la ganancia. Las relaciones entre nosotros y con la naturaleza pueden y deben priorizar la solidaridad, ese sentido fraterno que nos humaniza y nos eleva como personas.

Un orden social distinto no solo es posible, es tremendamente necesario, los recursos del planeta pueden perfectamente satisfacer las necesidades de todos los seres humanos. Proponemos doce razones de paz, que son a la vez razones de cambio cultural, es decir una nueva forma de ver el mundo y vernos en él, asumiendo nuestra cuota de conciencia, participación, información y decisión:

Compartir el planeta como el único hogar común a todos los habitantes de La Tierra.

Distribuir los bienes en proporción a las necesidades.

Invertir en educación, investigación, ciencia y tecnología con conciencia social.

Asegurar un sueldo mínimo ético y un sueldo máximo que no sea superior en cinco veces el mínimo. Transparentar sueldos, ganancias y beneficios.

Legalizar la tierra, el agua, el aire como bienes sociales no comercializables.

Disolver los ejércitos.

Instituir una moneda de intercambio equitativo.

Establecer la libre circulación de las personas.

La salud, la educación, la vivienda, las pensiones no pueden ser un negocio.

El transporte colectivo debe ser gratuito en toda ciudad o pueblo que cuente con servicio de transporte.

Todo proyecto de desarrollo debe considerar en primer lugar su impacto ecológico.Las voces de la cordura obsecuente dirán que esto es imposible, como imposible fue en su tiempo la aventura de abrirse a la mar para llegar, por una ruta desconocida, al otro lado del mundo; imposible era llevar agua de manantial a varios kilómetros de distancia, y ahí está el acueducto de Segovia resistiendo dos mil años; imposible era salir al espacio y llegar a la luna, eso ya es historia, ahora asistimos al desarrollo de las comunicaciones, gracias, en parte, a ese imposible cumplido; la ciencia y técnica actual no pueden construir de nuevo las pirámides de Egipto, pero ahí están asombrándonos durante varios milenios; imposible es aquello que demora un poco más. Ahora tenemos la urgencia de la necesidad, es hora de pasar a la acción por un mundo mejor en todo el planeta tierra.Cuando estos 12 puntos se cumplan, recién estaremos entrando en la era del pleno desarrollo del potencial creador de los seres humanos. Podremos vivir en paz utilizando de manera humana los recursos, la técnica, la ciencia. Ese imposible será realidad o no será posible la vida, he ahí el dilema.

abril 25, 2019   ningún comentario

Batalla cultural: ¿y si nos subimos al tren equivocado?

Ariel Petruccelli, Hemisferio izquierdo, tomado de Rebelion.org Desde hace poco más de una década, en nuestros países se ha popularizado bastante el término “batalla cultural”. Ha pasado a ser, de hecho, casi un término de sentido común. Lo usan los sectores progresistas, pero también la derecha y no está ausente en la izquierda roja. Sin embargo, los dos términos que forman la pareja son problemáticos en sí mismos; y es problemática su relación. Para hacer más compleja la situación, “batalla cultural” es una expresión demasiado ostensiblemente relacionada con otros tres conceptos como para que en algún momento debamos preguntarnos: ¿por qué hablar de batalla cultural, y no batalla de ideas, de ideología o de hegemonía?

Lo primero que destaca cuando nos sumergimos en el uso habitual que se hace del término “batalla cultural” es el sentido restringido de la cultura que predomina. En muchos casos se emplea indistintamente “batalla cultural” y “batalla de ideas”. Pero más allá de esta eventual sinonimia, el concepto subyacente es el de la cultura en su dimensión simbólica, antes que la cultura en su dimensión práctica o material. De tal cuenta, publicar en las redes sociales un texto o una imagen en favor (o en contra) del aborto sería parte de la batalla cultural, pero ir a una marcha o a una asamblea sería llanamente una acción política. Ya en este punto se observa lo borrosas que resultan las líneas divisorias, en este caso entre cultura y política. Es perfectamente válido, por supuesto, restringir el concepto de cultura a lo simbólico, ¿pero qué hacemos con lo que queda afuera? ¿Cómo catalogamos a las prácticas, las instituciones y las organizaciones no específicamente económicas ni exclusivamente políticas de la sociedad?

Entendida en un plano meramente simbólico, la “batalla cultural” se restringe a combate de ideas y sensibilidades. Se torna, por consiguiente, algo semejante, si no idéntico, a la ideología, o a la lucha ideológica. ¿Por qué hablar de cultura, pues, y no de ideología? Pueden ser meras formas de decir. Términos intercambiables sin demasiadas consecuencias. Pero, habiendo declarado Fukuyma hace treinta años al fin de las ideologías, la renuncia a emplear el término (cuando el objeto de referencia es básicamente el mismo) puede ser un indicio de la hegemonía conservadora en el plano intelectual.

Consolidado como nunca el poder económico del capital, es siempre una tentación buscar alternativas consoladoras. Si la economía es el reino casi exclusivo de las empresas y el empresariado, parece en cambio más factible desafiarlos en el campo cultural. Sin embargo, los límites entre economía y cultura se van tornando borrosos. La cultura misma tiende a convertirse cada vez más en una industria, en un negocio.

Más prosaicamente, cabe advertir un riesgo en el empleo actual de la noción de “batalla cultural”: el riesgo de confundir o reducir la confrontación cultural a eso que se puede llamar “militancia de redes sociales”. A veces el rótulo “batalla cultural” sirve como una tapadera para legitimar una militancia light: la ilusión que podemos militar perfectamente wi fi mediante, conectándonos unos minutos en los ratos libres, sin gran necesidad de tediosas reuniones, polémicas asambleas, agotadoras movilizaciones o peligrosos enfrentamientos con la policía. Es evidente la tentación, dentro de los círculos intelectuales, de emplear la representación “batalla cultural” como legitimación de una práctica en la que se compromete el pensar, pero mucho menos el actuar. En la que poco se “pone el cuerpo”.

Ahora bien, ¿qué sucede si ampliamos el sentido de cultura, si dejamos de restringirlo a lo simbólico e incorporamos las prácticas y las instituciones? Veamos por ejemplo lo que era la cultura obrera socialdemócrata en la Alemania de principios del siglo XX:

Literalmente: a comienzos del siglo XX un miembro de la SPD podía asesorarse acerca de cualquier problema legal -no necesariamente laboral- en los gabinetes jurídicos del partido, aprender las primeras letras en una escuela socialdemócrata, aprender las segundas y hasta las terceras letras en una universidad popular socialdemócrata, formarse como cuadro político o sindical en una academia socialdemócrata, no leer otra cosa que diarios, revistas y libros salidos de las excelentes imprentas socialdemócratas, discutir esas lecturas comunes con compañeros de partido o sindicato en cualquiera de los locales socialdemócratas, comer comida puntualmente distribuida por una cooperativa socialdemócrata, hacer ejercicio físico en los gimnasios o en las asociaciones ciclistas socialdemócratas, cantar en un coro socialdemócrata, tomar copas y jugar a cartas en una taberna socialdemócrata, cocinar según las recetas regularmente recomendadas en la oportuna sección hogareña de la revista socialdemócrata para mujeres de familias trabajadoras dirigida por Clara Zetkin. Y llegada la postrera hora, ser diligentemente enterrado gracias a los Servicios de la Sociedad Funeraria Socialdemócrata, con la música de la Internacional convenientemente interpretada por alguna banda socialdemócrata.” (Antoni Domenech, El eclipse de la fraternidad, Barcelona, Crítica, 2004, p. 149).

Sin duda se trata de un caso extremo, pero en modo alguno inusual. Sin ir más lejos, en Argentina y Uruguay también el movimiento obrero socialista y anarquista de esa época desarrolló su propio entramado contra-cultural, con grupos de teatro, clubes sociales, picnics recreativos, cooperativas de consumidores, orquestas filarmónicas, mutuales, equipos de fútbol, bibliotecas populares, etc. Todo esto conformaba un entramado cultural que, sin estar tajantemente separado de la lucha económica (encabezada sobre todo por los sindicatos) o de la lucha específicamente política (por ejemplo parlamentaria), evidentemente era irreductible a lo político o lo económico y, por ende, bien podemos denominar cultural.

Pues bien, basta un simple contraste temporal para notar cómo el capital ha colonizado antiguos espacios de autonomía y creatividad populares. Cómo ha mercantilizado actividades antes no mercantilizadas. Cómo ha convertido a casi todo en un negocio real o potencial.

Desde luego, a comienzos del siglo XX la “industria cultural” estaba apenas naciendo, y la ciudadanía era incluso en los países con algún barniz democrático mucho más restringida que en la actualidad. Ello hacía que las clases dominantes tuvieran por entonces menos necesidad de (y menos capacidad para) conquistar las corazones y las mentes en pos de mayorías electorales. La sorda compulsión de lo económico bastaba normalmente para asegurar pasividad y obediencia, en tanto que la política era de hecho y de derecho privilegio de elites. Sin embargo, aunque la ampliación de la democracia implica necesariamente la necesidad de “llegar” políticamente a sectores que, cuando no votaban, podían ser ignorados o considerados meramente desde una perspectiva policial, sería equivocado concebir la colonización cultural que desarrolla el capital como una simple estrategia política. Estrategia hay, desde luego. Pero opera también una causalidad más profunda, que excede largamente a la voluntad política de individuos u organizaciones con una gran conciencia de clase empresarial. Se trata ni más ni menos que de la dinámica puramente económica que surge de las dispersas y moleculares acciones de los capitales individuales en búsqueda de ganancia. A medida que los viejos nichos de negocio se saturan, el capital busca nuevos ámbitos de inversión. Así, gradualmente, la cultura se va convirtiendo en negocio. Hace ya mucho tiempo que el fútbol, por poner un ejemplo, sin dejar de ser un deporte, es básicamente un negocio. Y en el fútbol, cada vez más, las necesidades de la ganancia se imponen a la lógica del juego. Las tendencias privatizadoras en la educación de los últimos lustros van en el mismo sentido: convertir en un nuevo espacio rentable un ámbito, al menos en Argentina y Uruguay, tradicionalmente sustraído al mercado y que operaba con criterios diferentes que los de la lógica empresarial. Y así podríamos seguir. El capital tiende a colonizar la cultura incluso sin proponérselo de manera expresa por razones políticas. Lo empuja a ello su propia naturaleza económica.

Y aquí cobra especial relevancia la dimensión práctica, institucional incluso, de la cultura. Porque el capital ha expandido su dominio a áreas en las que los trabajadores solían poseer cierta auto-organización y autonomía. Y, anótese y subráyese, lo ha hecho sin que casi nos diéramos cuenta. Para muestra basta un botón: las familias ya no organizan colectivamente los cumpleaños infantiles; ahora le pagan a un pelotero. Pero si este ejemplo puede provocar una mueca irónica -como diciendo “es verdad, pero no es tan grave”- podemos traer a colación ejemplos más estimulantes. Pensemos por ejemplo en el mundo académico. No hay dudas de que está cada vez más mercantilizado. Y la mercantilización, además de convertir cuando menos algunas universidades en un nicho de inversiones en busca de ganancia, reproduce cada vez más el patrón cultural (no sólo la lógica económica) del capital. Y para agravar el panorama hay que decir que incluso en las universidades públicas se expanden los criterios mercantiles.

Ahora bien, no es infrecuente que se vea como una acción de “batalla cultural” el dictado de un seminario arancelado sobre alguna teoría sumamente crítica de la sociedad contemporánea en los marcos de nuestro meritocrático sistema universitario. Y pocas veces nos hacemos la incómoda pregunta: en tales casos, ¿qué pesa más? ¿El discurso crítico desarrollado? ¿O la reproducción de prácticas mercantiles y meritocráticas? ¿El decir o el hacer?

Si ampliamos el sentido de cultura, la batalla cultural nos debe llevar a reflexionar no sólo sobre las ideas, sino sobre las prácticas. Perfectamente podemos reproducir prácticas fundamentalmente capitalistas odiando al capitalismo. En un punto esto es inevitable: el trabajo asalariado es inherente al capitalismo y sería imposible, sin romper con él, que el conjunto de los obreros dejara de ser asalariado. Pero no todo es blanco o negro. Dentro de los marcos del capitalismo, por ejemplo, se puede practicar deportes como parte de un negocio privado, o bajo formas auto-gestivas por parte de los interesados e interesadas. En fin, y sobreabundando: cultura no tiene que ver sólo con lo que pensamos, sino también con lo que hacemos. Si reducimos la batalla cultural a simple batalla de ideas, habremos perdido la mitad del campo sin siquiera haberlo disputado. Y desde esta perspectiva podemos ver cómo la mismísima expansión económica del capital -al convertirnos a todos y todas en frenéticos consumidores, en dóciles víctimas de la publicidad, en ingenuos usuarios de cuanto nuevo producto se nos ofrezca- genera su propia cultura como forma de vida.

Resumiendo, una confrontación real en el plano de la cultura implica disputar no sólo en torno a representaciones y sensibilidades, sino también en torno a prácticas sociales, estilos de vida y formas de organización colectiva de diverso tipo. Si hemos de contraponer la solidaridad a la competencia, el diálogo a la descalificación, lo colectivo a lo individual, lo común a lo privado, la auto-realización al consumo, los “fines en sí mismos” a los “medios instrumentales”, etc., deberemos tener presente que estas contraposiciones no son sólo intelectuales, sin muy fuertemente prácticas.

Batalla cultural”, se dice. ¿Pero no es acaso la cultura un campo de batalla? Las culturas no son homogéneas y siempre hay en ellas pujas y tensiones. Las sociedades contemporáneas son cada vez más multiculturales e incluso plurinacionales, lo reconozcan o no las autoridades de los estados nacionales empeñadas, contra toda evidencia, en afirmar que en su territorio sólo hay una nación. Buscar la homogeneidad cultural es un anhelo reaccionario. La cultura es, sin dudas, un campo de tensiones y de conflictos. Pero, ¿es un campo de batalla? Literalmente, no siempre lo es. “Batalla cultural” es un término metafórico. ¿Pero es una buena metáfora? No estoy del todo seguro. Como mínimo, habría que advertir sobre un peligro: concebir a la cultura como una guerra puede llevar a un uso puramente instrumental, en términos políticos, de los bienes culturales y de sus productores y productoras. Así por ejemplo, podríamos rechazar una gran obra literaria porque no simpatizamos con las ideas políticas de su autor. O podríamos tender a aplanar los conceptos para que sean más eficientes en la puja política, en la que hay que decidir para actuar, y ello lleva a polarizar, a simplificar, a perder matiz. O podríamos caer en la eterna tentación se acallar críticas para “no hacerle el juego al enemigo”, olvidando que el mejor servicio intelectual que se puede brindar a una causa política revolucionaria o al menos democrática (a diferencia de los proyectos autoritarios) es la autocrítica. La producción intelectual o artística suele perder potencia y originalidad cuando se auto-subordina a exigencias políticas. Y hay que tener en cuenta, como alguna ves recordara Perry Anderson, que a diferencia de lo que sucede en los campos político o militar -en los que siempre es recomendable golpear al adversario en sus flancos más débiles- en las controversias intelectuales sólo se vence cuando se ha sometido al adversario en su punto más fuerte.

La metáfora bélica, pues, tiene tanto de orientadora como de desorientadora. Con los recaudos del caso, con todo, podemos seguir pensando en términos de “batalla cultural”.

Batalla cultural”, pero, ¿de qué sirve ganar una batalla si se ha perdido la guerra? Tanto en sentido literal como metafórico la batalla remite a una parcialidad; la guerra a la totalidad. Desde luego, para el posmodernismo que niega por principio la idea de totalidad la distinción ni siquiera tiene sentido. Pero, en este terreno al menos, la actitud posmodernista, si se me permite la metáfora, se asemeja al avestruz que mete la cabeza bajo tierra ante un peligro. Querer enfrentar al sistema capitalista sólo con innúmeras, dispersas, discontinuas, diversas y descoordinadas batallas es, en el fondo, aceptar que no hay un más allá del capitalismo. Lo cual es una clara muestra de la hegemonía del capital. ¿Pero no estábamos hablando de cultura? Por supuesto. Pero así como las batallas son sólo una parte de la guerra, la cultura es sólo una parte de la hegemonía (mal que les pese a algunos teóricos contemporáneos).

Ambivalencias al margen (que no viene al caso explorar aquí), Gramsci no siempre consideraba a la hegemonía como el momento consensual, en oposición al momento de la violencia. Al menos tan importante como la anterior es su concepción de la hegemonía como combinación de fuerza y consentimiento. Como totalidad, la hegemonía para Gramsci incluía cuatro componentes: político, cultural, económico y militar. Esta visión amplia es lo que hacía que Gramsci pensara la hegemonía como una hegemonía de clase. Reducido a su mínima expresión el análisis era el siguiente: más allá de todas sus posibles variantes específicas, una moderna sociedad industrial sólo puede organizarse por medio de empresas privadas capitalistas o por medio de formas colectivistas de propiedad. La primer forma corresponde a la burguesía, la segunda al proletariado. La pequeña propiedad no puede ser el sustento principal del desarrollo económico moderno: siempre irá a la saga de la gran producción socializada. Por consiguiente, no encarna un modelo de organización social general, sino una situación residual. Puede marchar junto con la propiedad capitalista o con la propiedad estatal o cooperativa, pero nunca dominará la economía. Siendo imposible la hegemonía pequeñoburguesa (entiéndase: la hegemonía en su sentido total; no la hegemonía en cuanto un partido pequeñoburgués obtuviera una mayoría electoral), sólo el proletariado y la burguesía, el capitalismo y el socialismo, podían establecer hegemonía. Desde esta óptica, sin el proyecto de superar al capitalismo es imposible constituir otra hegemonía diferente a la capitalista. A lo sumo se puede socavarla profundizando una crisis social.

Ahora bien, una parte muy considerable de las teorías actuales de la hegemonía la reducen a lo político y lo cultural. Las cuatro patas sobre las que se sostenía el concepto de Gramsci se han reducido a sólo dos. Pero, como sucede con las mesas, resulta difícil que tal concepto se sostenga con firmeza apoyado únicamente sobre dos pies.

Por esta vía tambaleante, la aparición de la expresión “batalla cultural” viene asociada muchas veces a concepciones reduccionistas de la hegemonía (limitada a la política y la cultura), en el sobreentendido -implícito antes que explícito- que no resulta posible desafiar ni erradicar la economía capitalista, y que cuanto menos se hable del poder militar mejor. Reducciones de este tipo han proporcionado sustento intelectual a proyectos políticos con capacidad para constituir mayorías electorales “progresistas”. Pero la hegemonía del capital no está amenazada.

Por otra parte, es obvio, desaparecidas las amenazas revolucionarias, la presión que siente la clase dominante para hacer concesiones a las clases explotadas y oprimidas se reduce. Mitologías al margen, el poder de clase del capital se ha acentuado enormemente en las últimas décadas, en desmedro tanto de trabajadores y pequeños productores, como también del Estado en tanto que agente económico. Que hoy en día casi todos los estados del mundo posean deudas que superan el valor de sus activos nos habla a las claras de quiénes son los acreedores: no otros estados, sino individuos y grupos privados. En tanto al menos en el plano intelectual no se logre instalar una mirada condenatoria al capital como tal (antes que a sus formas más “salvajes” en particular”) y cierta expectativa en la posibilidad de una ordenación social alternativa, la hegemonía del capital está garantizada.

Quienes se lancen a la “batalla cultural” sin tener esto en cuenta corren el riesgo de marchar desarmados y desarmadas. O incluso peor: de combatir, sin darse cuenta, en el bando equivocado.

Ariel Petruccelli. Historiador, investigador y docente de la Universidad de Comahue, Neuquén, Argentina.

octubre 12, 2018   ningún comentario

VIII Congreso SUR, Atlántida, Canelones, Uruguay

del 16 al 20 de octubre, 2018

Un largo viaje se inicia con un paso, eso nos enseña un proverbio chino. Esto se relaciona con el hecho, no siempre distinguible, que uno cree saber exactamente cuando se inicia ese viaje, salvo que todo viaje se inicia mucho antes de comenzar la marcha.

En este antes, hay la confrontación con una realidad, la imaginación de otra, la resolución de ir a una realidad distinta, el vencer los miedos a lo desconocido y contar con los medios para hacer posible aquello que puede ser apenas un sueño. De ese periodo, anterior a la fecha en que ahora reconocemos se formó esta unidad en la diversidad, no tenemos mucha claridad, sabemos que había y hay necesidades, que hubo y hay diversidad de realidades y reacciones ante ella, que no siempre se busca lo mismo y que muchas veces no es tan claro lo que busca cada cual. Al comienzo era una necesidad y un deseo. Ahora hay un camino realizado con muchas voluntades. Si llegáramos hasta aquí, lo fundamental de lo emprendido en colectivo seguiría su propia marcha, hay logros de la acción guiada por una idea general, hay un saber acumulado producto de la acción y también hay lo viejo, que no termina de morir, junto a lo nuevo, que no acaba de nacer. Pudiéramos seguir como estamos, un poco en el limbo de lo posible sin que sea nítido para todos el quehacer y los objetivos o pudiéramos avanzar con paso más firme y mayor celeridad. La experiencia indica que a diario estamos en la disyuntiva de continuar en lo mismo o asumir nuestra cuota de esfuerzo para consolidar cambios profundos. Se viven momentos de crisis, y son las crisis lo que puede hacernos cambiar.

Somos personas exponentes de distintas culturas, con capacidades y características individuales diversas, con aspiraciones no siempre alejadas de lo que más abunda, el lucro, el ego, la desvalorización, los miedos, los límites a la creatividad. Una circunstancia ficticia nos plantea el problema: Ser o no ser, antes debemos saber: qué queremos ser.

Hemos avanzado en estos laberintos un lapsus de casi 28 años. Bosquejar un resumen, se puede hacer tomando en cuenta los logros o poniendo el acento en las dificultades, ni uno ni otro daría cuenta exacta de lo logrado ni cuan difícil ha sido llegar a este punto. Siempre hay la posibilidad de que cada nuevo día sea nuestro último día, así como también en los movimientos sociales siempre hay la posibilidad de que se desarrollen hasta su máximo o comiencen su declive. En esta diversidad cada cual está en esa disyuntiva, en cambio el movimiento en sí, puede seguir sin nuestra participación.

En este ser y hacer Sur, algunos han llegado guiados por la creencia que aquí está la solución casi mágica para su consagración. Decía Martí que hay muchos hombres sin decoro y hay algunos que reúnen en sí el decoro de todos. Se trata de reunir el decoro de todos y ampliarlo en logros que no terminen en nosotros mismos. Lo sencillo a veces cuesta explicarlo y lo que parece complejo generalmente es mucho más simple.

La esencia de cada uno de nosotros es ser creadores, desde esta creatividad modificamos nuestro entorno, exponemos nuestros latidos. El Arte, el Trabajo cultural parten de una realidad colectiva, asimilada por una individualidad que a su vez dirige sus creaciones hacia un público mayor, influyendo en la realidad que ha influido en ella o él. Nuestra relación con el mundo puede ser parasitaria, comensal o simbiótica, no es un asunto de elección consciente, es un asunto de que somos producto de nuestras circunstancias. Hemos aprendido en este bregar por una cultura acorde a los más altos valores y necesidades humanas, que perfectamente podemos hacer con nuestras circunstancias algo distinto. En este caso la forma de relacionarnos con el otro, social o individualmente, la forma de relacionarnos con la naturaleza, puede ser elección, eso sería un acto dictado por el saber. Podemos no estar de acuerdo en que es primero si el saber o el hacer, en este Movimiento SUR se trata de personas que tienen una sensibilidad mayor al promedio, tienen un saber y tienen una forma de reaccionar a su medio, es decir una forma de relacionarse y aquí nuestra mejor forma de establecer relación con la sociedad y con la naturaleza puede y debiera ser simbiótica.

Es algo simple de decir y complicado de hacer, pues estamos en un mundo donde se imponen el lucro como única forma de sobre vivencia, con esta forma dominante convive la forma solidaria y se manifiesta en toda su creatividad cuando nos azota un desastre. El detalle funesto es que estamos inmersos en un desastre mayor, pero no es perceptible por todos en su trágica magnitud. ¿Cuánto tiempo le queda a la vida en la tierra? El planeta tiene un estimado de cuatro mil quinientos millones de años, la vida pudo haber comenzado a existir alrededor de los 700 millones de años, según este cálculo la vida en la tierra tendría unos tres mil ochocientos millones de años. Los seres humanos hemos aparecido hace relativamente poco, pero hemos desarrollado una forma vertiginosa de modificar el entorno, no estamos hablando de inteligencia ni de capacidades superiores. Estamos hablando que las capacidades de los seres antropomórficos en vías de humanización a lo largo de toda su existencia han modificado su entorno. Así como ahora sabemos que las estrellas se alejan unas de otros y lo hacen aceleradamente, los seres humanos nos alejamos de lo racional, impera la ideología de la ganancia inmediata, sin medir consecuencias futuras. Esta es una forma de actuar, es decir, cultura en sentido amplio, que puede y debe cambiar.

El asunto trágico es que si antes el futuro era algo lejano, ahora es algo que está a la vuelta de la esquina, en los últimos cincuenta años el conocimiento, el dominio de la ciencia y la técnica se ha multiplicado, pero esto no ha significado que se hayan resuelto los problemas que confrontamos como individuos necesitados de resolver tres asuntos básicos: la comida, la vestimenta y un techo para guarecernos y como sociedad: la educación, la salud, la seguridad. Ahora confrontamos una tragedia mayor; Ciudad del Cabo se queda sin agua, en El salvador varios ríos se han secado, cambia la dirección de los vientos, sube el nivel del mar, hay sequías prolongadas o inundaciones terribles, el factor tiempo se vuelve impredecible, etc. ¿qué tiene esto que ver con el trabajo cultural? Todo y nada, pues a cada paso estamos ante un dilema, ser o no ser, somos seres conscientes que aportan arte y con su arte aportan capacidad de ver más allá o somos simples personas buscando un espacio para mostrar nuestros latidos, actuamos para modificar de mejor manera nuestro entorno o miramos para otro lado.

Una cosa es el decir o el sentir y expresarnos en una reunión de amigos, otra es la manifestación del ser hacia una sociedad que prioriza lo inmediato en una parafernalia, un momento de intensa luz en los ojos, que no nos deja movernos hacia lo humano necesario, el definitiva el dilema es: somos actores o somos espectadores.

Esto se ha dicho más de una vez, pero no resulta suficiente decirlo. Así como creadores no basta tener una obra de cierta calidad, eso efímero que no siempre podemos definir. Ante la crisis de sistema, acercándose peligrosamente al punto del no retorno ¿qué valor tendrían nuestras obras ante un público inexistente? En este sentido el arte en sí no basta, pero sin una perspectiva de trabajo cultural los cambios sociales se vuelven sal y agua. Así lo comienzan a entender y se ha manifestado en el último Foro Social Mundial, realizado en La Habana. Una organización puede hacer mucho y de hecho así lo demuestran cientos de organizaciones con trabajo cultural encomiable. Hace algunos años dijimos en una entrevista como Festival Palabra en el mundo que nuestro objetivo era la realización de más lecturas de poesía que bases militares, solo que el imperio tiene presencia militar en 179 países, nosotros hemos logrado respuesta en 54. Las guerras convencionales en este momento se estiman en cuarenta, pero el imperio tiene otras forma de manifestar su nefasta presencia, hay guerras no convencionales como la comercial cuyo resultado será que las mercancías aumenten su precio, sin aumentar su valor. Así mismo hay otra guerra cuyo escenario es el planeta todo, la guerra mediática, los poderes del mundo han encontrado la forma de modificar nuestra percepción de la realidad, nos atosigan con información, poco importa que sea falsa y nos hacen ver enemigos donde no los hay y ver amigos en quienes nos llevan al muere. En este contexto de constante deshumanización, de la economía, de las relaciones humanas, de la educación, de las comunicaciones, etc., hay quienes priorizan las relaciones parasitarias, aprovechan cada oportunidad para subir sin aportar a nadie un valor extra, hay quienes solo están para ser vistos, no hacen daño, pero nada aportan a la fiesta, son comensales sin su botella de vino. Y estamos quienes vemos el mundo como la mayor posibilidad de hacer posible aquello que demora un poco más, lo imposible.

Se trata de eso y todo aquello probable cuando logremos el desarrollo pleno del potencial creador del género humano.

Quisiéramos entregar una panorámica de una organización, solo que somos más bien una idea en constante construcción, algo no del todo definido, una “organización difusa”. Hay presencia Sur en 23 países: Mozambique, Suecia, España, Portugal, Canadá, México, Guatemala, El Salvador, Nicaragua, Cuba, República Dominicana, Puerto Rico, Venezuela, Colombia, Panamá, Ecuador, Perú, Bolivia, Brasil, Paraguay, Uruguay, Argentina y Chile. En algunos casos la presencia Sur se remite a uno o más contactos que han dado su aprobación para ser parte del movimiento, luego se quedan esperando algo que no acontece, pues en esencia aquí a nadie se le dice que debe hacer, esto es la suma del hacer de muchos con sus visiones, formas de acción, capacidades y prioridades. La mayoría tiene un buen comienzo y luego se apagan, lo cual sumado a otros que no responden nunca, nos hace estar en el limbo de saber que somos como las partículas, siempre hay algo que se nos escapa. Pocas veces nos enteramos de las acciones locales, en su mayoría quienes actúan, lo hacen sin ruido o la idea no toma fuerza propia. En todos los casos los asuntos que se emprenden resultan gracias al trabajo enconado de algunas personas imprescindibles. Todo este esfuerzo se financia con aportes voluntarios o las cosas se hacen sin pasar por el dinero.

En cifras redondas estamos hablando de 130 Sures; algunos son núcleos de trabajo, otras son organizaciones ya formadas y hay muchos que actúan solos. Por la forma operativa somos más un movimiento en vías de consolidación. Nos movemos, pero a los tambaleos. El asunto es lograr trascender con nuestras acciones y no movernos solo para alimentar el ego. En definitiva la prioridad es encontrar otra manera de hacer cultura. Necesario es definir a quienes queremos llegar y como lo lograremos. Se trata en buen romance de superar en calidad nuestro trabajo creativo y hacerlo llegar a los más amplio sectores con la visión de generar una cultura nueva, pero para ello es imprescindible definir con quienes contamos, a la vez que nos atrevamos a encontrar soluciones duraderas, para financiar a mayor escala nuestros eventos, hacer el máximo de difusión y promoción, antes durante y después de cada evento.

Podemos consolidarnos como movimiento en unos doce países y avanzar hacia unos treinta más, para lograrlo es imprescindible vernos en la necesidad de un esfuerzo mayor y mejor coordinado. Perspectivas hay tantas como personas haciendo un trabajo desde y hacia la cultura, cientos de millones. El problema de fondo es encontrar esas personas, estén o no organizadas y lograr que sumen su acción. Es un trabajo de búsqueda incansable, de mucha paciencia para explicar las veces que sea necesario, y sobre todo, multiplicar capacidades de comunicación. Debiéramos resolver lo de contar con material impreso breve, explicando el ser y estar de Sur, llamando a sumar visiones y acciones en un movimiento que logre trascender en una revolución cultural.

Para que surjan otros Sur se requiere un trabajo constante en tres direcciones:

uno, consolidar lo ya logrado en cada lugar, esto pasa por una mayor toma de conciencia, en cuanto creadores individuales y en tanto acción colectiva, un mayor conocimiento de la realidad y plantearse metas de envergadura que redunden en avances significativos;

dos, buscar en otros países contactos para fundar Sur allí, hasta la fecha esta ha sido una preocupación personal de solo tres personas, lo cual a todas luces es insuficiente, en este caso pudiéramos aprovechar cada evento, como una constante, para promover la idea Sur y llamar a sumar, otra variante es que cada Sur busque alianzas con organizaciones susceptibles de llegar a forma parte del movimiento;

tres, promocionar lo que hacemos, a la fecha nuestro mejor medio es el Muro Sur en Facebook, pero a todas luces es insuficiente, se trata de darle mayor dinamismo y fuerza, utilizar más y mejor las tecnologías modernas. En este punto chocamos con el asunto recursos financieros para pagar el trabajo a tiempo pleno de algunas personas. En lo inmediato la solución pudiera ser contar con unas cinco personas que atiendan y promuevan la participación plena.

Propuestas

Definir si somos un movimiento o una organización. De ser lo primero, cambiar el nombre de Proyecto Cultural Sur por Movimiento Cultural Sur.

La participación en el movimiento se puede dar mediante Núcleos de Trabajo Sur, organizaciones con identidad propia y personas con capacidades diversas.

Redefinir la participación plena en el movimiento cumpliendo cinco parámetros: estar de acuerdo con la declaración de principios, sumar su acción y visión, participar activamente, informar de acciones y resultados, definirse en todo momento como parte del movimiento.

Elegir una comisión de no más de tres personas para que, en un plazo de seis meses, propongan un estatuto y una nueva declaración de principios.

Darnos un periodo de dos años para definir quienes son miembros del movimiento. Periodo en el cual se debe avanzar con mayor presencia en América, África y Europa.

Elegir un Consejo Directivo Internacional compuesto por tres personas con un mandato de dos años. Este consejo no tendrá poder resolutivo, su papel es apoyar en todo instante la labor local, deben vivir en la misma ciudad, reunirse a lo menos una vez al mes, emitir una carta informativa con cierta regularidad. Al cumplir su periodo, se elige otro Consejo, con residencia en otra ciudad, así muchos tendrán la responsabilidad directa de velar por los intereses colectivos.

Tomar resoluciones, en este congreso y todos los venideros, nombrando responsables de su cumplimiento.

En dos años más realizar congresos nacionales en los países donde existan condiciones, de momento estos pudieran ser: Cuba, República Dominicana, México, Canadá, El Salvador, Venezuela, Colombia, Perú, Argentina, Uruguay, Brasil, procediendo en cada congreso nacional a elegir un Consejo directivo nacional con los mismos parámetros que el Consejo Directivo Internacional.

El Noveno Congreso realizarlo en cuatro años más en Venezuela, República Dominicana o cualquier otro país que reúna las condiciones óptimas.

Retomar la idea de Fuerza Moral, actualizando a lo menos unos siete temas sobre los cuales elaborar una ponencia y publicarlo en forma de libro digital.

En el mes de mayo priorizar el Festival Palabra en el mundo. Se requiere un trabajo serio para buscar y encontrar más organizadoras y organizadores de lecturas en diversos lugares y condiciones.

Socializar las experiencias con resultado positivo, tales como La Sopa SUR (Vancouver, Canadá), la declaración de Santuarios poéticos, la plantación del Árbol de la Paz y la poesía en cada evento local (México), contar con un logotipo para la Campaña verde Esperanza: Parques para la Paz, poemas para la Vida, buscar aliados y apoyo institucional para la misma (Cali, Colombia).

Integrarnos todos en el Muro SUR, ampliar la participación en él, teniendo como meta la cantidad de Cinco mil participantes. Dejar la Página web solo para los documentos de análisis.

Dar forma a eventos de envergadura internacional, más un foro virtual sobre cultura: uno, Justicia social; dos, Mujer, Madre tierra; tres, Pueblos Originarios; cuatro, Exposición simultanea en, a lo menos, cuatro ciudades. Lo cual sumado al Aniversario Sur en abril y al Festival Palabra en el mundo en mayo, pudiéramos tener un calendario de eventos con las siguientes fechas:

marzo: Mujer, Madre tierra,

abril: Aniversario y Premio SUR,

mayo: Palabra en el mundo,

agosto: Pueblos Originarios,

septiembre: Foro virtual sobre cultura,

octubre: Exposición simultanea,

noviembre: Justicia Social.

No basta que nos demos un calendario posible, por cada uno de estos temas podemos elegir un responsable y que proponga una metodología. Salvo Palabra en el mundo, el Aniversario y el Premio Sur, que ya hay un trabajo realizado, en los otros temas se requiere comenzar, poco importa si son uno, dos o tres lugares. El próximo años serán más si logramos constancia.

Cada Congreso ha sido un paso más hacia contar hoy con un trabajo y un saber acumulado. El VIII Congreso debiera ser el de la consagración, es ahora que podemos ser un aporte mayor a los cambios que la vida reclama, es ahora que podemos romper la indiferencia, es ahora que debemos y podemos superar todos nuestros logros, multiplicándonos en la acción de cientos de millones de personas por lograr un buen y bien vivir.

Agosto, 2018

 

agosto 26, 2018   ningún comentario

Copihues en Santiago

Carlos Poblete Ávila, Profesor de Estado, Rancagua. El copihue es la flor nacional de Chile. La enredadera y flor copihue es una planta delicada, frágil. En 1971, el gobierno por medio de una disposición legal declaró a la especie en serio riesgo de extinción, y prohibió la extracción de su ambiente natural, así como su exhibición y venta.

Abunda en el territorio sureño el color rojo, también existe el blanco, este último no tan fácil de hallar. Hoy por intervención genética se ven algunos ejemplares de color negro. El aspecto de sus pétalos es algo así como del terciopelo, solo con la fragancia del aire puro de la australidad.

Crece en zonas de clima templado húmedo, en regiones de ambiente o hábitat boscoso, umbrío.

La planta es de raíz profunda y su tallo es quebradizo. Se desarrolla de preferencia – es trepadora – en las alturas de los coigües.

Posee un fruto comestible dulce, similar a una vaina parecida en su forma y tamaño al ají verde. La vaina en su madurez durante el período de los meses de abril-mayo se torna amarilla, y en su interior se encuentran las múltiples simientes parecidas al grano de trigo.

Me llamó la atención que en la ciudad de Santiago, como se sabe, de ambiente tan polucionado, en la casa de un educador de esa urbe haya una espectacular planta ( en la imagen ), con la hermosa plenitud de sus flores.

Si hay rigor en el cuidado, si las semillas se siembran en un suelo apto, o bien, si se trasplantan con respeto, las ornamentales flores de seguro aparecen.

agosto 8, 2018   ningún comentario